jueves, 31 de enero de 2013

Tercer Capitulo : Mecha 2 - 1


Una mañana como cualquier otra yo daba clases a un grupo de estudiantes hambrientos, de estómagos crujientes y caras pálidas de “me esta bajando la presión”, con sueño atrasado y poco animo de estudiar. Cuando llegó Lorena hasta mi mesa y esperó un alto en mi explicación del tema del día. Entonces me avisó que dentro de los lockers había un celular que sonaba con persistencia y leyendo el nombre escrito en el candado supo que era mío.
─ andá fijate, tal vez es algo importante. Esperá que los chicos vayan al museo y pasaselos a Isabel, si?
─ bueno, gracias Lore. En un rato me fijo. Ahora le aviso a Isa para que se los lleve con ella.
Quince minutos mas tarde caminaba hacia los lockers y oí el ringtong de mi celular. Revolucionando el pasillo con el enérgico pobo del mono relojero, todo el que pasaba  se volvía a mirar los lockers con el seño fruncido, alejándose velozmente de ellos como si el histérico ska fuera a explotar o algo parecido. Sonaba fuerte de veras, amplificándose de manera desquiciante dentro de las cajas metálicas.
Corrí los últimos pasos y me apresuré a girar las ruedas que formaban la combinación, con la frenética musiquita timbrando con insistencia. Hasta que abrí el candado y revisé los bolsillos buscando el celular, ya tenía cuatro llamadas perdidas de mamá.
Por unos meses estuvo bien pero si seguía dejándolo me volvería loca, tenía que cambiarlo urgentemente, un Sur azul de La Ley por ejemplo me recordaría cada vez que suene a Nahuel, eso sería ideal, meloso y suave igual que el. Esta misma tarde lo cambió pensé decidida y salí fuera de las aulas para llamar desde el pasillo externo, donde nadie pueda oírme. Sería embarazoso que fuera algún mamismo o sueño premonitorio, cualquier cosa que dijera me delataría, las conversaciones con madres sobre protectoras son fáciles de detectar, no quería ser el hazme reír de mis compañeros.
 Apoyando un hombro sobre el marco de una de las ventanas ciegas del pasillo me dejé bañar por la calida claridad que se filtraba por el opaco cristal. Busqué en el directorio el número y apreté la tecla verde, llamaba.
─ hola ma…¿qué pasó, te olvidaste que doy clases a la mañana?
─ Perdoname bonita, se me olvido completamente, con las cosas que están pasando ya no se ni lo que hago…
─ ¿Que pasa ma?
─ Es tu abuela…se cayó de un colectivo…
─ Hay Dios! ¿Como esta, se lastimo mucho?
─ Hay Mechi, no se que pensar tu tía dice que se quebró la cadera, no podían ni moverla, temieron que se hubiera cortado la arteria femoral
─ mhhjjjj!...nooo!─ exclamé con terror
─ pero por suerte no llegó a tanto, el hueso se rompió de forma horrible….tu tía se asusto mucho también─ su voz temblaba─ pobrecita llora mucho y viene atormentando a todo el mundo con que se va a morir…quiere que estemos allá antes de la operación tiene miedo de no despertarse…
─ entiendo─ dije casi con resignación, sabía lo que se venía─ ¿que vas hacer? Vas a viajar, ¿queres que vaya con vos?
─ no se, mija y las asignaturas que estas cursando y todo…no, no puedo pedirte eso...yo solamente quería que supieras que mañana estoy viajando para allá y no se cuanto tiempo voy a quedarme. Dejo la llave con los Piedrabuena, te quiero mucho─ lloraba─ ya te robe mucho tiempo perdoname mi amor estoy muy angustiada ahora, perdoname.
─ Esperá, no cortes, escuchame…
Cortó antes que pudiera contestarle.
 Me hacía sentir culpable, insensible, la mas desamorada de las hijas.
¿Por qué siempre tenía que cortar de esa forma?
 Dejándome con las palabras atragantadas, ¿porqué?
 Si yo estaba dispuesta a viajar con ella…
Maldita sea, ¿porqué?
 Mis puños se crisparon, golpeando el descanso de la ventana con rabia, mi frente apoyada sobre el muro se refrescaba del hervidero de emociones que sentía en esos momentos latiendo contra las sienes.
─ ¿Pereira?... Mecha, ¿que te pasa, te sentis bien?─ preguntó una voz familiar.
Sin separar la frente de la pared di un medió giro para encontrarme con el Dr Oritegui estudiándome con la cabeza ladeada, los brazos y los dedos enlazados por detrás de la espalda. Alzó una ceja esperando mi respuesta.
─ no es nada Doctor, no se preocupe─ le respondí tocándome la frente con la palma fría de mi mano, a dos pasos ya del muro para verle correctamente.
─ ¿Estas segura?─ insistió el señalando con los ojos el celular de mi mano.
¿Habrá oído parte de la conversación? no, el no, que ocurrencia la mía.
─ No se preocupe Doctor, es un dolor de cabeza, nada mas─ le mentí.
 Tenía vergüenza de decirle…” mi mamá no me escucha”…como una nenita chichitita, pero en realidad eso era solo una parte del problema.
 Como explicarle la angustia que sentía. El cuatrimestre estaba a punto de terminar, apenas si faltaban unas semanas y ahora yo tenía que colgarlo todo. Si el viaje se prolongaba más de una semana perdería la regularidad. Ya había agotado irresponsablemente todas las faltas que podía tener y aunque volviera sin demorarme mucho, solo tendría una semana para preparar los parciales y ni que pensar de los finales. Justamente esta vez necesitaba más tiempo.
Mantuvo su mirada psicoanalítica sobre mí unos segundos más y después desistió.
─ bueno…cualquier problema que tengas sabes que la tenés a Lorena también, si?
Asentí manteniendo los labios bien cerrados, forzando a las comisuras a elevarse en algo similar a una sonrisa. Pero creo que no lo engañé, parpadeaba demasiado, de un momento a otro se me escaparía una lagrima o mas. El nudo en mi garganta era atroz.
 Lo vi alejarse hacia su guarida, internándose nuevamente en su pasillo lleno de probetas y tubos de ensayo, con su ambo blanco acariciando las vitrinas a su izquierda llena de frascos olvidados en el tiempo. Entonces vi la cola de caballo, era extraño verlo con el cabello tan largo. Después del mal intencionado problema con los apuntes y la división en dos carriles, lo veía poco por los pasillos, pero no me imaginé que pasara tanto tiempo.
Después de tantos años todavía me intimidaba su presencia, la admiración y el respeto que sentía por el me impedían abrumarlo con mis problemas.
¿Pero y si el esperaba que le devolviera un poco de la confianza que el día a día depositaba en mi?.. y en los otros ayudantes también, después de todo son sus clases. Cerré los ojos y me volví hacia la ventana. Me quede ahí tratando de calmarme, pensando que hacer, escuchando el ir y venir de los alumnos, los que se liberaban del largo ayuno de la mañana y los resignados del turno tarde.
Sin que nada me indicara que había alguien a mis espaldas, sentí un beso suave sobre el trapecio derecho. Volteé a verle sin sobresaltarme, ya estaba acostumbrada a sus apariciones sigilosas. Pero los nervios me traicionaron y se liberó toda la tensión y las lagrimas también.
─ Ey! ¿Que pasó…por qué estas así?
─ es mi abuela se accidentó, tienen miedo por ella, pidió que fuéramos todos para allá…un viaje a Chile ahora, me corta al medio todo, ¿que hago? Llega a pasarle algo no me lo voy a perdonar nunca, sería muy egoísta en quedarme. Pero me duele tanto dejar todo. ¿Y si después no puedo volver?, no quiero abandonar mi carrera…
─  tranquila, calmate yo no voy a dejar que abandones nada.
Yo lloraba.
─ mañana vamos, preguntamos si hay pasajes para la semana y si no quedan yo me comprometo a llevarte hasta allá, si?
─ Ay, no Nahuel! ¿y tus cursadas?, vas a quedar libre. No. no puedo permitirte eso─ me puse firme en mi decisión, enjugándome las lágrimas negaba rotundamente con la cabeza. Pensando en la operación y la anestesia y la edad, tantas cosas.
─ No seas terca, ¿cuando la operan?─ preguntó
Lo quede mirando. Lo había hecho otra vez, ¿como lo hace? pensé.
─ terca es ella que no me deja hablar y se va sola así mañana mismo…no la entiendo, realmente no la entiendo. Se va sin mi.─ dije pensando en mamá
─ Mmm....tu mamá
Asentí.
─de tal madre tal hija─ murmuró el casi para si, sacudiéndose con una risita.
─ te estas burlando de mi─ lo acuse golpeándole el pecho con el envés de mi mano.
Se frotó el pecho con el seño fruncido, se giró a un costado con cara de travieso y sacó de un bolsillo una golosina con dos corazones.
─ ahora por mala me lo como yo solito─ amenazo moviendo el chocolate como una sortija de calesita.
Me mordí el labio y di un manotazo. Fallé.
Pero por muy ágil que fuera yo tenía mis métodos, baje los parpados con indiferencia y rescaté de mi infancia uno de esos pucheros infalibles que tenía y funcionó. Un segundo después ya tenía mi beso y mi chocolate.
  
A la mañana siguiente, era viernes a las 10.30 u 11 de la mañana ya estaba libre. Nociones de Terapéutica de Urgencia, nombre extremadamente largo para una asignatura, tan breve, que para colmo era algo así como el repaso de varias asignaturas a la vez.
 Tenía conocimiento solo por dichos que el doctor era muy exigente, comenzaba 7.30 a rajatabla, muy temprano, demasiado, daba sus múltiples ejemplos clínicos y los despachaba a todos para escaparse raudamente al hospital.
Con todo algunas veces Nahuel salía tentado de la risa por alguna suspicacia o payasada del Doctor, era muy difícil de engañarlo pero muchos de sus alumnos lo intentaban de todas formas casi quedando libres en el intento. Y los libres eran su entretenimiento favorito, tanto que se frotaba las manos  deleitándose cuando conseguía sumar un alma más a su infierno. Era siniestro y cómico a la vez, Nahuel no se perdía por nada sus clases. Era muy divertido decía. Sus compañeros no parecían pensar lo mismo.
El último tramo de la mañana pareció prolongarse mas de lo debido, quizás por que mi mesa necesitó mas tiempo con los preparados o por que tenía la mirada de Lore sobre mi, nos habíamos salteado el turno en galería de imágenes y todavía seguía explicando la irrigación abdominal, con sus ramas parietales, viscerales con el tronco celiaco y sus terminales, las mesentéricas, la ubicación de las renales y la división de las iliacas en el preparado y vuelta a dibujar otra vez hasta dejar las tizas así cortitas. Al final de la hora abrí la boca cuando no debía comentando sobre un viejo apunte que alguien me dio una vez para que yo misma estudiara el tema. Razón por la cual me encontraba camino al locker cuando todos se preparaban para salir. Yo y mi gran bocota, otro perdido y nunca mas devuelto para la lista.
─ lo viste, sigue ahí, debe estar esperando a alguien─ decía una chica retirando sus cosas del casillero.
─ ¡que bombón!─ exclamo la otra─ ya voy mi cielo, ya voy!─ bromeaba gritando al aire.
No me imaginé de qué podrían esta hablando, quería entregar las copias e irme. La mañana había sido muy larga para mi gusto.
Finalmente sin saber cuando volvería a ver mis copias, me quite el guardapolvo, guardé todo rápidamente y me volví hacia la puerta para salir. Palpé los bolsillos buscando el celular y ahí estaba. Solo en caso que tuviera que llamarlo para encontrarme con el. Todavía había mucha gente dando vueltas del turno mañana.
Al llegar a la puerta esquive un grupito de chicas con las que choqué pero ninguna de ellas pareció molestarse, ni oír mis disculpas. Ellas se inclinaban viendo algo afuera en el pasillo pero desde mi posición no podía ver que demonios las entretenía. Se reían, hablaban entre ellas y volvían a espiar.
Seguí mi camino y mas allá había otros grupitos de dos o tres paradas meneándose como bobas mientras cuchicheaban entre ellas. Seguí sus miradas y lo vi.
Sentado en el suelo con una rodilla doblada, la otra extendida y girada hacia fuera, de lo más relajado. Las manos cruzadas sobre pecho, camisita de seda cuello mao y las mangas arremangadas hasta donde lo permitía el excelente cuero negro de su campera. Con la cabeza reclinada sobre el muro y los ojos cerrados parecía ignorar las miradas que le rodeaban.
 Se había puesto los zapatos que le regalé el mes pasado para su cumpleaños.
Nunca los había estrenado y la campera era un regalo de Marianela que tampoco había salido nunca de su placard. No quiso decirme cuantos años cumplía, supongo que tendrá uno o dos años menos que yo, no parece tener mas de 24, mientras esconda tan bien su documento seguirá siendo una intriga para mi. No es que me preocupe en realidad pero no me gusta andar asaltando cunas por ahí.
Caminé hacia el unos pasos y se sonrió abriendo apenas un ojo. Las chicas frente a el se mordieron el labio y cruzaron miradas felinas entre ellas mirando alternativamente hacia el suelo.
Como me gustaría que saliera Lorena en este mismo momento y desalojara el pasillo de todas estas ociosas, babosas, desvergonzadas. Era mi deseo mas intenso en esos momentos. Sin sacarles la vista de encima deje caer el bolso junto a el y me cruce de brazos. Captaron mi mirada por un segundo y giraron distraídas hacia otro punto cualquiera. Se saludaron y se dispersaron unas hacia el baño y otras hacia la escalera espiando hacia mi con mirada desdeñosa, recorriendo en un paneo mis guillerminas, la falda de diferentes estampados y capas, hasta la blusa de media estación que cubrí con mi viejo saquito de lana verde musgo.
 Al menos había elegido una colorida honda neohippie para esta mañana, peor hubieran sido mis jeans gastados y la horrible campera de siree que casi traigo.
Rebobinaba yo mis elecciones tempranas cuando lo vi ponerse de pie sacudiéndose la ropa.
─ ¿tengo la espalda manchada?─ preguntó el, girando su espalda hacia mi
─ seh!─ le respondí y le sacudí el polvo con ganas
─ hey! ¿Qué es eso, celos?─ acusó el acercando su rostro tentativamente hacia el mío.
Le apreté la nariz.
─ ¿cuál es la ocasión porque tanta elegancia?─ quise saber intrigada, no era ninguna fecha especial que yo supiera.
─ Hoy almorzamos afuera─ anunció agitándose el pelo.
 Había algo diferente en el, Marianela debe de haber intervenido con algún cosmético, mousse fijador o algo, le quedaba precioso y el lo sabía.
 Estaba hecho un muñeco.
Me tendió una mano y me dejé llevar a través  de las escaleras rumbo al hall del frente. Resplandecía de alegría atrayendo todas las miradas sobre el como un imán. Me sentí una veleta rota en sus manos, me avergonzaba mi ropa, especialmente el saco con grandes solapas que siempre me resistía a tirar por que las modas siempre vuelven me decía, pero a decir verdad no estaba muy segura que fueran parte de la colección otoño invierno de esa temporada.
Atrajo mi mano hacia sus labios y la besó. Ya estábamos al pie de la escalera.
─ Estas preciosa, con tus pasitos cortitos y ese saco, sos como una Andrea del Boca salida de la pantalla─ señaló el recorriendo mi atuendo con la mirada encendida.
─ Tan gorda estoy!─ exclame palpándome las caderas
─ Sos imposible, no se te puede ni adular─ se rindió  resoplando.
Me pegué a su hombro, rodeándole un brazo con la cabeza ladeada hacia el.
─  bueno señorita diga usted donde quiere ir primero, ¿pasajes o almuerzo?─ preguntó mientras nuestros pasos nos llevaban fuera del establecimiento.
─ ¿Pasajes?─ repetí poniéndome en guardia─ Retiro cierto! Esperame un segundo que busco la tarjeta del subte y salimos─ le anuncié deteniéndome frente a las puertas.
─ no vas a necesitarla, yo te llevo─ dijo el sonriendo de oreja a oreja.
Achiné los ojos confundida, no sabía que podía estar trayéndose entre manos. Así que me dejé llevar por Junín hasta un estacionamiento donde se detuvo.
Pagó y nos fuimos hasta un 205 azul oscuro, modelo viejo pero impecablemente cuidado y limpio. Metió la mano en un bolsillo interno de su campera y extrajo un coqueto llavero zapatito con miles de strass brillando colgando de la cadenita y una única llave larga que obviamente era del auto.
─ ¿de quien es este auto?─ me cruce de brazos, mi tono de voz sonó un poco tajante.
─ De Marianela por supuesto─ señaló el como si fuera algo obvio; su mano indicando que me acercara a la puerta del acompañante.
Subió al auto estudiando mi expresión mientras se inclinaba para destrabar mi puerta. Me senté sin decir una palabra, observando el interior del auto. El se sonrió.
Yo quise hacer lo mismo, pero fue muy tibio. Me avergonzaba de mi misma ser tan celosa, pero al ver el zapatito, se me prendió una alarma que no pude detener a tiempo.
En el camino me fui relajando, siempre fue fácil conversar con el.
Nos atascamos en un par de embotellamientos pero no parecía molestarle.
Era juguete nuevo por supuesto, si manejara mas seguido seguramente enloquecería con los continuos semáforos que se empeñan en atraparte en procesiones lentas e interminables tanto que hubieras deseado ir caminando y las bocinas ni que hablar de ellas, intolerable. Hay que ser un monje budista para estar tranquilo.
Le oí reírse y gire a verlo.
─ ¿que?─ pregunté
─ ¿te pone nerviosa el tránsito?─ respondió el con otra pregunta.
─ Algo─ admití─ a vos no parece molestarte
─ No… yo estoy bien; tranquilo como un…─ comenzó a decir el deteniéndose a media frase con un ataque de risa.
─ ¿Como un qué?─ insistí
─ No nada, no me hagas caso─ dijo mirando por el espejito retrovisor─ en el asiento de atrás hay una carpeta con cd`s, ¿te gusta el electro tango?
─ Santaolalla, Bajo fondo, Nicolas Repeto, la negra Varela por supuesto─ enumeré entusiasmada.
Sonrió complacido. Volvió a ver por el retrovisor y su rostro se puso serio, abstraído en el manejo del vehículo como si de pronto el transito se hubiera puesto mas pesado y requiriera de toda su atención.
Me volví hacia el asiento trasero y trate de alcanzar con el brazo la carpeta, pero por mucho que intente no la alcanzaba. Requería medidas extremas, no me iba a rendir tan fácil, conseguiría esos discos a como fuera. Me levante del asiento y giré hacia atrás agachada casi de pie.
─ ¿qué haces?, Mecha, ¡cuidado!─ gritó el.
Pasé un pie sobre el freno de mano y el otro sin haber logrado el equilibrio buscó apoyo sobre la pendiente tapizada de moquette que el otro pie acababa de flanquear resbalando este último con la suela lisa de charol. Una exclamación ahogada y unos cuantos intentos de atajarme no evitarían mi caída pero igual lo intente.
Nunca sentí el golpe, su brazo apareció rodeando mi cintura y evitó que golpeara contra cualquier cosa que provocara un moretón. El golpe se oyó afuera, con un chirrido largo y después las palabrotas y los bocinazos.
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¿un vampiro chocar, sería eso posible?... lo sabrán en el próximo capitulo ;)
ah! si alguien es tan amable de dejarme 1 comentario...es que tengo las baterías un poco descargadas, gracias ;)  

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