Lo estaba distrayendo demasiado, me sentí
culpable por el rayón. ¿Que dirá Marianela cuando lo vea? ¿Será grave o será
algo insignificante apenas notorio mirando de cerca? Pensaba yo ya muy
quietecita en mi asiento.
Cuando llegamos a Retiro, lo primero que
hicimos fue pararnos a un costado del auto y ver que tan grave había sido el
daño. Me quedé callada, el también. Lo miramos un rato, yo esperaba el griterío
y el reto pero nunca llegó. Respiró profundo, me rodeó con el brazo y me dijo
con cara de travieso.
─ no fue tan grave, no puede chillar por eso,
no?
Era un lindo rayón, me dije para mis adentros
mientras nos alejábamos del auto.
─ supongo que no─ respondí mordiéndome el
labio.
Y ahora que la nombraba me entró la curiosidad.
─ ella es tu hermana menor, no?
─ Mmmm, como responder eso sin mentir─ meditó
el un momento decidiendo que decir─ digamos que es la menor de mis hermanas..
─ se ve tan chiquitita, ¿cuántos años tiene?
─ ¿no sabías que no es correcto preguntar la
edad de una mujer?─ me reprendió.
Iba a objetar algo pero no me dejó.
─ además siempre está mintiendo su edad y hasta
yo me equivoque una vez al decirlo.─ comentó el deteniéndose─ ¿preguntamos por
tus pasajes?
Estábamos parados justo frente a la ventanilla
de Andesmar.
Ahí no le quedaban pasajes para ese fin de
semana, lo mismo que Crucero del norte, Chevalier y el Rápido o plaza, el último
que quedaba era Via Bariloche que era el que yo siempre elegía. Llegaba a
Bariloche y de allí salía en un Tas Choapa que me llevaba hasta el Osorno desde
donde alguna de mis tías pasaba por mí para llevarme a casa de la abuela. Pero
esa vez me fallaron, llegamos a la ventanilla, le pedí un pasaje para los próximos
dos días y antes que pudiera terminar el empleado ya negaba con la cabeza sin
siguiera consultar en la computadora.
─ por favor fíjese bien, solo un pasaje le
pido, para cualquier horario─ mi voz sonaba desesperada, a punto de quebrarse.
Negó nuevamente y se ubicó frente a una de las
maquinas tecleando rápidamente, mientras que su rostro se iluminaba con
diferentes tonalidades del brillo de la pantalla que centelleaba frente a el.
Esperé con impaciencia sin perderme un solo movimiento de sus dedos, deseando
poder ver lo que el leía, deseando que encontrara algún pasaje perdido,
preguntándome ¿porque era tan difícil, ni siquiera eran vacaciones de invierno
todavía?
─ no señorita disculpe, no nos quedan pasajes
para esta semana, para la próxima todavía quedan algunos si quiere─ ofreció el
empleado al terminar su búsqueda.
─ No, gracias, tenía que ser esta semana.
Gracias por buscar igual─ le respondí con desaliento.
No podía pagar un boleto de avión y lo último
que quería era que Nahuel se viera obligado a un viaje tan largo que no había
planeado, arrastrarlo conmigo, era un abuso.
─ está decidido entonces─ dijo él, loco de
contento─ mañana por la tarde armamos las valijas y si todo sale bien el
domingo estamos en la estancia con mis hermanas, las conoces y después nos
vamos a ver a tu abuela. Que tal… suena bien, no?
Como negarme a un ofrecimiento como ese.
Conocer a su familia era tentador.
Se quedo esperando mi respuesta con los ojos
bien grandes, anticipándose a un si.
Asentí cerrando los ojos, un poco avergonzada y
otro poco abrumada.
Veinte minutos después estábamos sentados en El
Árbol un diminuto café bar que descubrimos una vez esperando ingresar a la
feria del libro. Las mini tartas tricolor exhibidas en la vitrina prometían ser
deliciosas pero otro comensal ordenó una ensalada Cesar que se veía realmente
tentadora, dejándome indecisa entre las dos opciones. Cuando llegó la moza
Nahuel decidió por mi, el pidió la Cesar y yo opte por la de espinaca, calabaza
y ricota. Minutos mas tarde los tenedores se cruzaban sobre nuestros platos
compartiendo todo cuanto pedimos.
La tardecita estaba hermosa y el Rosedal estaba
tan cerca que era una pena no dar un paseo por sus vereditas. Cuadras y cuadras
de rosales nos hicieron pensar en Puerto Varas, la ciudad de las rosas y los
volcanes que en pocos días volveríamos a ver.
─ los rosales de Teresa mi hermana son tan
hermosos como estos, lo que comenzó siendo una plantita a cada lado del camino
con los años se transformo en dos caminos de rosales que inundan el frente de
la casa con su aroma─ se sonrío pensativo mirando las plantas─ Ana la mayor,
dice que Teresa tiene dedo verde, yuyo que planta yuyo que florece como si
fuera la mas hermosa de las orquídeas, suerte que la estancia es grande sino
Ana le hubiera cortado los dedos.
─ Es brava la mayor─ señalé yo queriendo saber
un poco mas de ellas
─ No tanto, es que ser la patrona de la
estancia no es cosa fácil, esta todo el día de a caballo, lidiando siempre con
los peones, las cosechas de frutos rojos y los dulces de la fabrica...pero yo
se que bajo esa cáscara dura hay una chica tan tierna como Teresa.
─ ¿Se llevan muchos años entre si?─ pregunté
indirectamente procurando sonsacarle sus edades.
─ Ahí vamos nuevamente con la edad─ se quejo divirtiéndose
con mi insistencia─ si unos cuantos─ admitió al final
─ Hagamos una cosa te voy a llevar a un lugar a
tomar un café y vos solita podes deducir cuantos años crees que tiene la menor,
sí?
─ Mmmm que rico, un cafecito, ya estoy
saboreando el aroma─ dije yo aceptando su propuesta.
Volvimos a meternos en el centro y me llevó a
café Los Inmortales.
Las
paredes estaban llenas de recuerdos, personajes de blanco y negro protagonistas
de una época tanguera, actrices y cantantes, músicos y políticos todos estaban
ahí pero no veía la relación con una chica veinte añera como me parecía
Marianela. Hasta que sorbiendo la espumita del más rico café la vi, tenía que
ser ella, era igual a ella.
En el centro de la fotografía Bergara Leuman parado frente a las mesas de este mismo café
posaba rodeado de cuatro señoritas que parecían bailarinas de tango de su
programa y entre ellas Marianela, otro señor que no reconocí y un jovencito que
creo era Marcelito Fernandez.
─ ¿Es
ese Marcelito Fernandez?─ pregunté
intrigada.
El asintió mirando la foto
─ y esa
es Marianela.
─ huauu!─ dije yo impresionada─ pero el
Marcelito de ahí ahora es un señor de unos cuarenta, treinta y cinco años mas o
menos, me equivoco?
─ No. Acertaste. Se la ve joven no es cierto,
ella dice que va a ser siempre como Nacha, atemporal y hermosa─ se burló el─ no
tiene abuela la pobre...pero es bonita, no?
─ Si, es preciosa. ¿Como hace?
─ Una buena dieta y los milagros de la
cosmética diría Nacha, pero no te creas todo lo que dicen por ahí…algún otro
secretito tienen, creeme.
─ Si, debe haber algo mas─ admití pensativa
volviendo a ver la fotografía.
Nahuel
ya comía su chocolate con un diminuto Gardel sonriéndome desde el papel del envoltorio.
Movida por un impulso inconsciente mi mano ascendió a cubrir el final de mis
ojos alisando las arruguitas que se empeñaban en aparecer tanto ahí como en la
frente.
─ ah, no! Ni siquiera se te ocurra pensarlo,
ahí no hay ninguna arruga─ espetó el intuyendo o leyendo mis pensamientos.
Le sonreí con tibieza no muy convencida de
aquello, yo sabía bien que estaban ahí, como las ojeras y un par de canas
verdes producto de mis años en medicina…UBA te va matando de a poco pero es un
vicio difícil de dejar. Una se vuelve un poco masoquista tras los logros, el
resultado final lo vale. En esos días solo esperaba poder llegar a verlo.
─ ejm!─ carraspeo un nenito parado junto a
nuestra mesa.
Tenía la
cara un poco sucia, la mirada astuta y apenas asomaban los brazos por debajo de
los pliegues de la manga de un buzo cinco talles mas grandes de lo que el
necesitaba. En la mano unas ocho rosas enroscadas cada una en un celofán rojo.
─ esta rosa se la envía el caballero de aquella
mesa─ indicó el con su dedito hacia una mesa mucho mas adelante en el local. La
mesa estaba vacía.
─ Estaba ahí!─ aseguró el chico mas sorprendido
que nosotros, sus ojos buscaban en todas direcciones─ ahí esta!, ese que va allá
el de la galera.
Se limpió la nariz con la manga y apuntó hacia
la salida.
Era un
hombre de traje gris con solapas oscuras levantadas sobre el cuello y curiosa
cola de pingüino, un poco anticuado pensé. Saludó hacia nosotros en una leve
inclinación sujetando el ala de su galera de copa envuelto en la claridad de la
calle que dejaba todo en un contraluz donde era imposible distinguir su rostro.
Cambió de
guante su bastón y antes que Nahuel se pusiera de pie abandonó la cafetería.
No me gustó nada la similitud que tenía con lo
ocurrido en el corso, estaba temblando de miedo. Nahuel se fue tras el tipo y
yo me quedé paralizada en la mesa mirando las rosas del chico.
─ es suya tómela─ ordenó el
─ no, gracias quedate con ella, creo que ya no
me gustan mas las rosas─ en cierta forma era cierto lo que decía, le tenía un
poquito de aprehensión, no me atrevía ni a tocarla si quiera, la empuje con los
nudillos como si fuera un insecto sobre la mesa.
─ Como quiera─ dijo el con indiferencia─ tipa
rara!─ murmuró el mocoso, arrebató la rosa de la mesa y se fue mirándome de
soslayo.
Busque en la barra alguna mirada, el mozo que
nos sirvió o alguien que pudiera cobrarme. Quería ir con Nahuel ya no tenía mas
deseos de estar ahí.
Nadie me llevaba el apunté, siempre me pasaba
lo mismo, en todos lados era igual, restoranes, confiterías, el bar de los
cieguitos, la barra de un boliche no importaba yo siempre era la última persona
a la que veían. Me puse de pie, me abrigué con mi saco verde y apareció el mozo
como por arte de magia.
─ disculpe señorita, el chico es un poquito mal
educado─ se excusó el mozo
─ no pasa nada─ negué yo sin muchos deseos de ahondar en el
tema─ ¿cuanto es?
─ 18$─ me tendió una bandejita con un ticket.
Nahuel llegaba junto al mozo en esos momentos,
le entregó un billete de veinte y me tomó de la mano tironeándome. El también quería irse de ahí
cuanto antes.
Era evidente que le había perdido de vista, un
tipo con frac y galera no es algo muy común por Av. Corrientes a la tardecita
pero de todas formas se las arreglo para escabullirse entre la multitud.
De vuelta a su casa lo noté muy preocupado.
Marianela estaba en casa y escuchó atentamente
todo lo que había pasado.
Ella también pensaba que alguien nos estaba
siguiendo. Le comentamos las razones del viaje y opinó que no podría haber
llegado en momento más oportuno, que si alguien estaba obsesionado conmigo, lo
mejor era abandonar Buenos Aires por un tiempo. Nos buscó unos mapas de ruta y
me ofreció unas valijas muy coquetas que rechace. Yo tenía una que compartíamos
con Isabel que serviría de las mil maravillas, pudiéndola arrastrar por todas
partes sin temor a dañar algo tan costoso como lo que ella me ofrecía.
Salimos a la calle nuevamente y ella nos
acompañó, recomendándome que no dejáramos entrar a nadie al apartamento.
─ a nadie, ni si se corta la luz, ningún
electricista ni nada, llama por teléfono Nahuel o yo vamos a estar ahí en un
momento.─ continuaba ella mientras salíamos del pasillo.
Me estaba poniendo nerviosa, sentía la paranoia
trepando por mi espalda, asomándose el peligro por detrás de cada sombra, cada
farol que se encendía, los pasos de los turistas que iban en busca del 28, el
chirriar de los frenos del colectivo todo me espantaba.
En eso oigo una exclamación seguida de unos
insultos a una madre que yo supuse era
la misma.
─ tu madrina que te enseño esas palabrotas!─ le
gritó Nahuel
─ como pudiste…mirá lo que le hiciste al auto─
se acercó a tocar el rayón─ no lo puedo creer, sos el peor va…─ iba a decir
algo pero se contuvo─ ¿y tus reflejos? ¿Me querés decir donde los dejaste?
Nahuel estaba apenado. No le respondió, miraba
el piso, hurgando con un costado del zapato el borde de la baldosa.
─ ahora no te presto nada el auto!─ espetó ella
con cara de enojada.
Sorprendido el levantó su cabeza
y parpadeó varias veces, inhaló de golpe, largando lentamente todo el aire con
desaliento.
─ ahora voy a tener que viajar con ustedes─ anunció ella desafiando a su hermano con la
mirada, el tono de voz no admitía oposición alguna─ no sea cosa que te
distraigas de nuevo y me dejes sin cuñada…
─ ¿no lo dirás en serio?
─ Y porque no hermanito, es una buena idea por
varias razones. Primero que nada ya tenía ganas de ver a mis hermanas, segundo
que no me vendrían mal unos nuevos diseños de alta costura de Paris, Ana no
puede usarlos todos, tengo que colaborar─ decía la muy pícara conteniendo la
risa─ tercero que….
─ Ya basta, vos ganas!─ la detuvo el, quedando
ella petrificada enumerando con sus bellísimas uñas esculpidas─ pero prepara
tus cosas que mañana mismo nos vamos!
─ ¿Mañana de mañana? no. No es cierto… no serías
tan cruel con tu hermanita, yo tengo que trabajar esta noche y todavía no armé
mis valijas─ dijo ella con cara de preocupación
─ Ya se! Llamalo a Tony y decile que...no se,
que estoy enferma, nosotras podemos toser de fondo así te creé, dale llamalo─ cambió de idea tan pronto que su hermano no
llegó ni abrir la boca para contestarle.
─ ¿Y? lo vas a llamar…─ insistió ella pasándole
un celular tuneado con strass rosa.
Meneando
la cabeza Nahuel, se tapó la cara gruñendo negándose en un principio a aceptar el
pequeño móvil rosa que se balanceaba frente a el pendiendo de una fina correa. Hasta
que finalmente lo tomó como una rata suspendida de la cola centelleando en cada
giro las gemitas rosas y fucsias con una M mega grande plateando el dorso. Arrugó
su nariz en exagerada expresión de desagrado, tecleo un par de veces y lo
acercó a su oído.
Le hice un guiño a Marianela, pronunciando sin
sonido un “ta re-lindo” y un gesto de exquisito. Ella se encogió de hombros,
respondiendo con otro guiño y una amplia sonrisa de dientes blanquísimos como
los de un anuncio de crema dental.
─ ¿hola,
Tony? ─ terminó de formular la pregunta y tuvo que apartar el aparatito de su oído.
Al otro lado alguien gritaba como loco.
─ Si, soy yo─ respondió Nahuel, la expresión de
su rostro rotaba entre el fastidió y la risa─ yo bien gracias...y ahí ¿cómo va
todo?
Se oía que hablaban hasta por los codos del
otro lado.
─ que bueno…¿tantos?, uyyy bueno no se que
decirte, quizás mas adelante hoy no puedo…eso quería avisarte…..está engripada,
no puede ir este finde.
Al otro lado del tubo Tony gritaba. El separó
un poco mas el celular tapando el micrófono para que no escuchara.
─ dice que vos no te enfermas nunca y que vayas
inmediatamente para allá─ repitió Nahuel─ parece que le cayo un contingente de
chinos y no da abasto con las bailarinas…tomá habla con el─ le tendió el móvil.
Ella dejó caer sus brazos derrotada y subió las
escaleras hacia las piezas asintiendo y respondiendo cortito, tratando de meter
bocado entre el monologo continuo de su jefe. Media hora después ella se calzó
los tacos, la falda tajeada y se fue sin chistar. En San Isidro un salón de
baile lleno de turistas orientales la esperaba para bailar hasta bien entrada
la madrugada.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
Pase lo que pase voy a publicarlo hasta el final....y si alguien me acompaña, yo feliz!
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
Pase lo que pase voy a publicarlo hasta el final....y si alguien me acompaña, yo feliz!
si pasas x aqui y no te desagrada tanto mi trabajo dejame aunque + no sea un saludo de aliento, porfa!
o mejor un reto...A VER QUIEN SE ANIMA Y ME DICE DE UNA VEZ ...TU ESTILO NO ME GUSTA! ESTO NO SE ENTIENDE! ABUSAS DE LAS METAFORAS!....
ya me descargué, lo dije ahora sigan udes ....
ah! pd: si alguien quiere mas info sobre la botica del tango busquen en las puplicaciones de agosto del 2012 .." Angelitos del Tango"....
No hay comentarios:
Publicar un comentario