No. No nos quedamos a desayunar. Yo misma insistí en salir lo mas
temprano posible así podíamos dejar la camioneta en la costanera sin ser
vistos. Y de paso cañazo, nos dábamos un lindo paseo por la orillita del
Llanquihue. Unas horitas nada más, hasta que se hiciera el horario de visita en
la Clínica Alemana donde estaba internada Doña Angela, mi lela.
Llegó el horario de visita y allá nos fuimos. Me sentía toda floja y por
momentos todo se hacia un manchón negro. Necesitaba algo de azúcar urgente o me
iba a desmayar.
Nos acercamos a la mesa de recepción y antes que pudiéramos preguntar
nada oigo que alguien me llama.
─ Cht, cht!,Mechi!
Me doy vuelta y me encuentro con mi tía Leticia
que justo pasaba por recepción con un humeante café en la mano.
─ tía Leti que suerte que la encuentro, traté
de llamarle a su casa y no me contestaba nadie y el celular de mamá tampoco
funciona…
Cruzamos un par de besos.
─ es que
no nos movimos de aquí mijita, a tu abuela le están haciendo estudios desde
temprano y para colmo mal! no uno sino dos radiólogos le hicieron como siete
placas a la pobre haciéndole gritar como una condenada y pa nada! Porque ahora
viene uno de ellos y dice que la viejecita se movió y que no se ve. Que cree el
bruto ese? que le vamos a dejar pasar por todo ese sufrimiento otra vez, nooo
está muy equivocado! Pero yo no entiendo que es lo que pasa son todos idiotas
los radiólogos acaso─ se desahogaba la tía.
─ tía no
diga eso que el es radiólogo también, le presento a mi novio Nahuel─ no quise
apenarla pero no me dejó presentarlo antes, hablaba como un loro.
─ ay! Yo
y mi bocaza, seguro que tú eres un buen radiólogo pero estos dos me sacaron de
quicio, perdóname.
─ no
pasa nada, igual no soy radiólogo todavía─ le decía el tentado de la risa
─ me voy
a buscarte un café─ se escapaba después guiñándome un ojo.
─ por allá
a la derecha después del segundo pasillo─ le indicaba ella.
Giró levemente a mitad del pasillo, señalo
hacia donde ella le indicara y siguió caminando como todo un modelo, sabiéndose
observado de seguro. Fanfarrón!
─ ¿que lindo ese muchacho niña de donde lo
sacaste?─ preguntó la tía sin poder contenerse un minuto mas.
─ Un ex alumno mío de la facultad, que tal?─
fanfarroneaba un poquito yo también.
─ Ay! ¿Y se puede dar clases cuando te están
mirando con esos ojos?─ dio en el clavo la tía y eso que apenas lo había visto
una vez.
─ Es que mi morocho es un mapuche y ellos
suelen tener ese colorcito así como un marroncito amarillento clarito, clarito,
como la miel…y si costaba bastante mirarlo y no derretirse con esos ojos─ decía
yo rogando que fuera explicación suficiente para ese color tan peculiar.
─ El mismo color que tenía tu abuelo, no creo
que te acuerdes, tu eras una huahuita que apenas caminaba cuando el falleció.
El era un indio huiliche con ese porte de guerrero igual que tu Nahuel.
─ Un huiliche!─ repetí sorprendida. Quien
hubiera creído.
─ bueno!─ resoplaba mamá como volviendo de una
batalla─ hola hija.
chuik, chuik…dos besos uno en cada mejilla y
continuó─ le repitieron una sola de las placas ¡ni falta que hacia otra! pero
igual me quedé ahí plantada como una estatua; delante mío no se iban a animar
hacer las cosas mal; total no me voy a morir por un poco de radiación, no es
cierto?
─ no, no─ le hacia yo negando hasta con la cola
de caballo.
─ Y en un par de horas la operan, así que
todavía estas a tiempo de verla antes que la seden para llevarla a quirófano─ y
lo hizo otra vez hablando con ese tonito como si todo me importara un bledo.
─ Cuidado que está caliente, no quedaban mas
vasos de tergopol…agarralo de arriba─ me pasaba Nahuel mi café
─ Hola, tu debes ser Nahuel, no?
─ Así es y usted es su mamá…tienen la misma
naricita─ tramposo, con que poco creía que iba a comprar a su suegra, pero
funcionó.
─ Gracias─ le sonrió ella─ por este mismo
pasillo la última puerta a la derecha ahí está el arrea de internación, le
avisan a la enfermera y pasan─ ja! Menuda explicación y esa sonrisita, hasta
envidia me dio. Y ni siquiera se dirigió a mi, todo el tiempo a el. ¿Qué el
parecía mejor hijo que yo?
─ Vamos, dale. Dejá tranquila a tu mamá─ me
susurraba al oído
─ Bueno, ma─ mi dearest decía yo por dentro─
nos vamos a verla, en un rato nos vemos.
Asintió sin prestarme mucha atención y se sentó
a charlar con su hermana.
─ que! vos también te llevas mal con tu papá─
lo acusaba yo viéndolo sacudirse con una risita burlona.
─ Sos terrible! Mamí dearest, esa película es
horrible, no puede ser tan mala
─Bueno cuando la conozcas mejor después me decís─
le repliqué
─Mala!
─ Metiché!
─ ¿Queres entrar sola?─ ofrecía el cediendo el
paso
─ No, dale vení conmigo─ pucherée un poco y se le pasó.
La enfermera nos llevó por entre los pasillos
de maternidad dobló al otro lado y señaló la tercera puerta. La tele estaba
encendida pero ella descansaba placidamente mirando al otro lado de la ventana los
largos y afilados cirros garabateando con su grafito el azul del cielo cargado
de pajaritos juguetones que piaban alegremente.
Yo me senté junto a ella y Nahuel se fue
directamente hacia la ventana a mirar el cielo igual que lo hacia ella.
El leve contacto de mi mano con la suave seda
de la suya la despertó de su ensueño, sobresaltándose un poco. Me miró sin
verme y giró nuevamente hacia la ventana.
─ ¿mijito podrías cerrar un poco la persiana?
Nahuel me miró con esa cara de quien intuye que
va a romper algo si lo toca pero de todos modos tomó las cuerditas en sus manos
y lentamente fueron bajando las cintas de la persiana velando la luz en
escalones de polvillo volátil oculto en el aire.
─ abuela, soy yo Mercedes, como esta hoy mi
lela como se siente─ la llamaba yo para que me viera junto a ella.
─ Merceditas…pero como as crecido mijita─ por suerte
ella era la única que podía llamarme así.
Intentó moverse y le dolió. Quejándose con un
llantito ahogado que pronto acalló con algunas maldiciones roncas y volvió a
sonreír logrando colocar su otra mano sobre la mía. Me miró por un momento
estudiando mi expresión y después preguntó:
─ todos se enojaron conmigo porque quise ir de paseo
¿tu también estas enojada conmigo? Yo solo quería ir a Santiago a ver a mis
hijas…
─ no, abuela yo no estoy enojada contigo y
ellos tampoco...es que están preocupados por ti viejita. Mira como te
lastimaste la cadera por tu picardía.
─ Ellos me tienen encerrada─ susurraba ella y
yo negaba sin creerle una palabra
─ Pero si te estoy diciendo la verdad, no me
dejan ir a ninguna parte─ insistía
─ Ay! Abuela─ era inútil intentar persuadirla
de lo contrario. Si su cabecita confusa creía que era así, entonces lo era. Ahora
faltaba que me pregunte en que grado estoy y por Boby mi perro pastor ingles de
cuando era niña y ya estamos completos, pensé.
Nahuel dejó la ventana y se quedó parado muy
sonriente a los pies de la cama.
Ella parpadeó un par de veces e intentó izarse
un poco volviendo a recibir el recordatorio de una punzada.
─ quédese quietita abuela que se va a lastimar
peor de lo que está─ la regañe
─ acércate un poco para que pueda verte─ le
decía a Nahuel siguiendo con sus ojos chiquititos cada paso que el daba.
─ Abuela el es..
─ Nahuel…mis ojos no me engañaban…¿eres tu no
es cierto?
El me dedicó una sonrisa complaciente y confusa
a la vez sin entender igual que yo como fue que adivinó su nombre ella.
─ como anda doña Angela, me contó un pajarito
que la trataron muy mal los radiólogos esta mañana─ le decía el guiñándome un
ojo.
─ Wendy Moira Angela Mac Dougal para ti. I´m Miss Mac Dougal don´t you
remember me? Soy yo, la hija del agrónomo irlandés─
insistía ella.
Nahuel
se quedó paralizado parpadeando sin pronunciar palabra.
─ el
no se acuerda pero yo solía leer historias de indios y piratas de nuestro amigo
Barrie para ellos. En esa época había muchos niños en la estancia, hijos de
capataces, maestranza, hacheros y tantos más que su padre había contratado para
hacer realidad el sueño de la niña Ana. Ella quería un huerto de frutos rojos
de muchas variedades. Arandanos, cerezos, moras, mirtos y frambuesos nada podía
faltar…ah! Que lindo era ver esas largas hileras de frágiles arbolitos
balanceándose con el viento. Hoy deben estar hermosos, como me gustaría verlos-
los recuerdos que me contaba parecían tan vividos para ella que no cabía duda
que fueran ciertos.
─ Yo
sabía que no habías muerto, tú volviste a devolverme mi libro… Que culpable me
sentí esa tarde cuando encontraron al niño de los Linz muerto en la picada. Yo
debí detenerlos, no tendría que haberte dejado seguirle hasta el volcán. Ooh! Como te enojaste cuando me quitó el
libro, es niño malcriado que llegaba a la estancia con su caballo blanco para
ver a la niña Ana. Como odiaba el nuestras lecturas, siempre molestando y
prometiendo arrojarlo en una grieta del volcán. Y al final lo hizo…dijeron que
un puma les había atacado, pero yo no les creí.- decía ella extendiendo
lentamente su mano hacia el.
─ tenías
razón tú eras el verdadero Peter Pan, el niño que se negaba a crecer…estás tan
joven como la última vez que te vi…y mira me a mi…yo ya estoy vieja y no se si
vaya a despertarme mañana ¿Por eso viniste, no es cierto? ─ continuó ella
Nahuel
dio un paso atrás y luego otro con los ojos vidriosos mirándola fijamente con
los puños cerrados y de pronto giró hacia la puerta para marcharse.
─
Nahuel! ─ lo llamé y el se detuvo.
─ Ah!
Ahora entiendo, volviste a entrar por la misma ventana Peter, ella te quiere
también─ le dijo ella mirándonos a los dos.
─ Adiós
Angela─ le dijo─ lo siento mucho no puedo hacerlo─ me dijo y volteó nuevamente
para cruzar la puerta.
─ Never say goodbye. Because saying
goodbye means going away and going away means forgetting─ recitó ella
El
cruzó la puerta y se fue.
─ no
dejes que se vaya ve a buscarlo niña─ me empujaba ella para que lo siguiera.
Yo
estaba atontada no sabía que pensar, que había pasado allí. ¿Entendí bien? ¿cuántos
años tenía él en realidad?¿cuánto más había que yo no sabía?
De pronto nada importaba y corrí tras el.
Crucé
el primer pasillo y ya no estaba. Una enfermera me gritó y baje la marcha, miré
a un lado y a otro y nada. ¿por donde se salía de allí? Volví por maternidad y
crucé la mesita de internación sin dar con el por ninguna parte. Salí fuera de
la clínica y tampoco. Caminé media cuadra y ahí estaba un Falcon verde, llevaba
patente argentina así que debía de ser el mismo ¿cuantos igual que ese podía
haber?
Dentro
del auto había alguien sentado que no llegaba a ver quien era. Caminé hacia el
decidida a volver con quien fuera a la estancia o donde el estuviera. Yo
necesitaba hablarle. No me importaba si era Ignacio o su padre el que me
llevara.
Me
acerque a la ventanilla y golpee el cristal polarizado.
El
cristal bajo de forma pausada, atascándose de a momentos hasta que el pudo
asomarse medio inclinado sobre el asiento del acompañante.
─ Nahuel
me pidió que te llevara hasta la estancia─ dijo ─ ¿que pasó discutieron?
─ No
para nada! no se que le pasó, solamente se fue─ respondí yo sentándome junto a el, entendiendo
mucho menos que antes.
─ Eso
me imaginé. Bueno, entonces esta todo dicho.
Acarició
pensativo el volante encuerado y buscó a tientas la llave con pata de conejo
que pendía del tambor sin quitar la vista del edificio sobre la Otto Bader.
Giró
la llave y arrancó con un sonido sordo y rugiente que me hizo estremecer.
─
te llevo.
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Que pasará con Mecha? léanlo en el próximo capitulo ;)
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