─ al fin llegas!...caballeros les presento a mi
hijo el pura sangre de los Drajvalts!─ lo anunciaba su padre ni bien cruzamos
la puerta del comedor.
Los invitados levantaron su copa y luego
continuaron conversando con el anfitrión algo que no llegaba hasta mis oídos
pero que aparentemente les causaba gracia.
Faltando poco para finalizar el segundo plato tronó
el cielo con su chasqueante látigo haciendo parpadear las luces un segundo
antes de explotar en un destello a pocos metros fuera de la casa.
─ ¡una centella!─ afirmó uno de los invitados
descorriendo los cortinados para dejar entrar un poco de claridad en el comedor
a oscuras.
Olga y Teresa volaron a la cocina en busca de
unas velas.
─ no puede ser que una simple tormenta nos deje
dependiendo de unas lastimosas velas, en que siglo estamos! Anda mujer, llama
al inútil de tu sobrino y que conecte el grupo electrógeno de una vez.─ le
ordenaba a la pobre Olga que levantaba la mesa a toda prisa.
─ Enseguida lo llamo señor, disculpe usted─
apiló los últimos platos sobre el brazo y salió seguida de Teresa
─ Tu te quedas aquí─ la detuvo el y ella volvió
a sentarse.
─ Caballeros sepan disculpar el imprevisto─ se dirigía
a ellos de una manera tan gentil que asqueaba.
─ Por favor barón no tengo mas que palabras de
elogio para usted, la salida de esta mañana y este delicioso almuerzo; tiene
que felicitar a su cocinera por mi, estoy seguro que las piezas de caza que le
entregamos serán preparadas a la perfección para esta noche─ cazador nº1
─ Así será Mr Wallas no se preocupe por ello─
un leve parpadeo y una inclinación hacia el primero─y usted Herr Hanstlaef que
me dice de esta mañana─ ya decía el dirigiéndose a otro cazador
─ Una salida interesante aunque no tan
emocionante como yo esperaba─ respondió con marcadas r y q el nº2 sin soltar su
copa de vino.
─ Le voy a ser sincero barón y hablo por los
caballeros aquí que no entienden el idioma─ señalaba el nº3 a un grupito de
eslovacos que se apiñaban cuchicheando detrás de el─ nosotros apuntábamos a
piezas un tanto mayores y no me refiero a esos pequeños pudúes con sus
diminutas cornamentas sino ciervos colorados como las bellísimas cornamentas
que decoran su living. Supusimos erróneamente que podríamos encontrarlos por
estos parajes o incluso soñábamos con alguna pieza feroz que activara nuestra
adrenalina.
─ Ya entiendo a que se refiere, acompáñenme por
favor─ dijo el tomando un candelabro de la mesa.
Ana tomo el otro y salió siguiendo a los
cazadores, caminando yo justo detrás de ella.
Entre los pasillos nos topamos con Ignacio.
Tapetum lucidum me vino a la memoria inmediatamente al ver el reflejo de las
velas iluminando la parte posterior de su retina.
─ muy bien caballeros─ se detuvo junto al piano
apoyando el candelabro sobre su lustre negro─ tengo una propuesta que no van a
poder rechazar ¿que les parece algo mayor como un lobo por ejemplo?
Los cazadores se miraron entre ellos con
evidente interés, aunque un poco incrédulos de encontrar dicho animal por esos
lugares.
─ ¿hay lobos por aquí?─ preguntó el vocero de
los eslovacos.
Ignacio se detuvo en el marco de la puerta.
─ justamente por estos días anda deambulando
uno. Ese tonto animal está tan domesticado que perdió toda astucia, será fácil
darle caza…y me librarían de ese perro mirón que hace tiempo quiero quitarme de
la vista─ agregó el sobre el final echando una mirada furibunda hacia la
puerta.
Ignacio voltea a verle pero pronto baja la
vista espiando en dirección a Teresa. Y Teresa a su vez busca con visible
angustia y desesperación la mirada de su hermano.
─ con gusto barón, no hay nada mas divertido
que un animal atontado, ni siquiera escapan, son un blanco garantizado. Bonitas
pieles para llevar de recuerdo─ ríe el nº2
─ recuerdo el verano pasado cuando anduvimos
por el monte chaqueño, soportando temperaturas extremas y sed, tuvimos la
fortuna de dar con un buen guía conocedor de una sustancia toxica que drogaba a
los animales que iban en busca de agua a diferentes charcas que el conocía. El
simplemente hizo su picardía bien temprano y no se imaginan lo que fue ese
atardecer…el mas rojo que he visto en mi vida─ cazador nº1
Sentí que el ambiente se cargaba de una energía
oscura, fría, casi se podía palpar como un presagio del mal. Y un poco debía
ser también la ira que sentía dentro de mí, esos despreciables humanos, tan
crueles solo merecían morir de la misma forma en que mataban a sus presas, con
el mismo sufrimiento y lento, muy lento ver llegar con los ojos bien abiertos
su propia muerte, agazapada junto a ellos disfrutando su agonía como lo hacen
ellos.
Nahuel apretó mi mano en la suya y su mirada
fluía de un rostro al otro de sus hermanas como en una conversación silenciosa.
Entonces Ana tomó una copita y la cargó con un
licor tan oscuro como el que recibiera Nahuel aquella vez. Apenas mojo sus
labios en la copa y giró buscando la voz del cazador, clavándole una mirada tan
profunda que por un momento creí ver un resplandor siniestro en su semblante,
virando rápidamente en una sonrisa tortuosa que fue apoderándose de la pálida
cera blanca de su rostro cuando caminaba hacia el.
─ algo me dice que podrían encontrar una pieza
de mayor interés aún. En esta zona abundaban los pumas y aun creo que podríamos
hallar alguno que pueda dar una buena pelea…no hay nada mas excitante que un
puma acorralado, la adrenalina se dispara, la sangre fluye..ohh Caballeros, no
podríamos perdernos una cacería como esa…una se siente el único depredador de
la tierra─ dijo ella ofreciéndole su copa.
El la miró con gran sorpresa enfocando toda su
atención en sus penetrantes grandes ojos, tomó su copa y la siguió con la
mirada mientras ella acariciaba lentamente las curvas del piano. Sus
movimientos felinos dibujaban una lujuriosa sonrisa en el. A la que ella
respondió con una exuberante carcajada. ¡Cuanta pasión! al lado de ellas me
siento frígida y fría como la escarcha, pensé, viéndolas desenvolverse con una
sensualidad casi prohibida.
─ las mejores vides crecen en climas fríos
¿gustaría la señorita de una copita de licor? Para templar las manos o los
labios tal vez─ me susurro el rozándome los labios con un beso.
Tomó dos copitas y las cargó con
el oscuro licor de ciruelas.
─ Yo creo que podríamos salir en un par de
horas hacia el Rupanco para llegar con comodidad antes que el sol se asome por
debajo de las nubes, que dicen─ propuso Nahuel
─ Excelente idea hijo─ lo felicitó su padre
chocando su copa con la de el.
Nahuel apuró su copa hasta la última gota,
tendiéndosela a su padre que volvió a llenársela con una sonrisa maliciosa
curvando débilmente sus finos labios.
Luego se dejó caer en el sillón sin siquiera
volver a mirarme. Genial, me dije, ellos se arreglan y yo quedo de lado. Me
senté sobre el brazo del mismo sillón por un rato, pero sintiéndome acalorada y
molesta me puse de pie y salí de allí hacia la puerta de servició. Necesitaba
aire.
Pocos segundos después de cruzar la puerta se
oyeron varias voces de júbilo, adentro se había restituido la luz. A fuera el clima
no estaba mucho mejor, pero se despejaba rápidamente con un viento alto, muy
alto llevándose su rebaño de merinos negros a otras regiones.
Caminando en dirección opuesta a las nubes
llegué hasta un granero largo desde donde me llegaban los relinchos de muchos
caballos. No creo que a nadie le moleste que pase a verlos, me dije echando un
vistazo detrás de mí.
Estirando el cuello y a veces parada de
puntillas fui espiando uno a uno los corrales.
Primero un hermoso tobiano, luego un malacara,
un zaino y un alazán con estrella y patas blancas. Pero más allá una estupenda
yegua azabache resoplaba a cada paso que daba arrastrando los pies por el heno
para no tropezar con nada.
Al otro lado del granero abriéndose nuevamente
a la claridad del patio se oían eventuales golpes secos que llamaron mi
atención. Continué arrastrando los pies lentamente pero mirando hacia allí;
tropezando con un rastrillo que cayó estrepitosamente justo cuando lograba ver
el causante del sonido.
Ignacio alzaba una cuchilla por arriba de su
cabeza dejándola caer abruptamente sobre
el pescuezo de una gallina e inmediatamente la sostenía sobre un balde para
recorrer su sangre.
─ oh! Señorita no la oí llegar─ se excusó el arrojando
la gallina y la cuchilla para tomar una botella que volcó en el balde. Lo
levanto de allí y lo colocó delante de la yegua sacudiendo un poco su contenido
en rojas salpicaduras sobre el pasto seco. Ella agachó la cabeza y empezó a
beber.
─ ¿Que es lo que le estas dando?─ pregunté
horrorizada
─ Es solo una cura sueca con bebida alcohólica,
la pobre esta enferma y necesita cuidados especiales─ sonrió el achinando un
poco sus ojos achocolatados.
Inhale y luego me salió un─ uOuhh!─ no podía
creer lo que veía y lo peor era que se lo estaba tomando todo.
Primero
el desagradable del padre de Nahuel, después la casería y ahora esto…que asco
ya quiero irme!─ Me dije para mis adentros.
─ coincido plenamente con usted en lo primero y
por lo siguiente yo no quisiera meterme en asuntos que no me incumben pero yo
le aconsejo de todo corazón, por su bien, pues…váyase, no pierda tiempo, este
no es lugar para usted.
─ ¿Que cosa?...pero yo no dije nada─ me ataje
─ Ah, no?─ respondió el mirándome con desconfianza.
Yo negué sin pronunciar palabra. El licorcito
venenoso ese se me había subido a la cabeza más de lo que yo pensaba.
─ ya! Discúlpame entonces, estoy súper atareado…
tengo que cargarle combustible al jeep, comprar balas y cartuchos de salva y no
me tengo que olvidar las pilas para las linternas tampoco….
─ Como dijiste…cartuchos de salva─ repetí yo incrédula
─ Es claro señorita, no pensaría que le iban a
disparar de veraz a los pobres animalitos….
─ Bueno que alivio─ exhalé un poco mas relajada
─ Ahora entiendo porque te quiere tanto el
Nahuel…bueno, si cambias de parecer y deseas quedarte, elige el caballo que tu
quieras y sal a cabalgar un rato... eso despeja las ideas, pero no te confíes
con la Blueberry, a esta yegüita se le da por morder a veces─ me advirtió el
dándole unas palmaditas en el cuello y se fue.
─ Bueno, yo cacho que nos quedamos solitas tú y
yo─ le dije a la yegua que movía las
orejas en todas direcciones. Y no la culpo mi acento chileno estaba un poco
oxidado y me sonaba bastante raro después de tanto tiempo si oírlo.
Me reí de mi misma. Miré hacia la casa nuevamente
y nada. Debe seguir tirado en el sillón, me auto convencí, además al paso muy
lejos no iba a ir, antes que se diera cuenta yo ya estaría de vuelta. Ajuste el
estribo para mi y nos fuimos a pasear por la estancia. Primero corcoveaba
bastante pero cuando elegí la senda hacia las cascadas apuró el trote
haciéndome saltar un poco, me pasó por debajo de unas ramas, salió disparada en
un galope corto y se clavo en medio del camino. Eso no era suficiente para
asustarme, le sujete con más fuerza la rienda y la azucé. Resopló nerviosa y
giró la cabeza moviendo sus labios como intentando morderme la puntera de los
tenis.
Repitió
el mismo comportamiento una o dos vez y se calmó. A testaruda, testaruda y
media, me dije satisfecha de lograr un paso medianamente decente y veloz.
Juro que perdí la noción del tiempo. La vista
era tan bonita, con todo ese verdor, los pájaros y el silencio que al oír las
cascadas no podía creer lo lejos que había llegado.
Entonces intenté volver. Giraba la rienda y
ella giraba en redondo. Giraba hacia el otro lado y otra vez lo mismo. Insistí
nuevamente sosteniendo la rienda mas ajustada y se paró de manos haciéndome asustar
de verdad.
Maldije la hora que decidí hacer ese paseo. Le
dejé bajar la cabeza para pastar un rato pero no le importó. Sacudió las crines
y salió disparada en un incomodo trotecito odioso haciendo que se me escapara
una de las riendas y luego otra y ahí empezó la pesadilla. Corrió y corrió
conmigo sujeta solo de la silla de montar hasta que perdí la fuerza de mis manos
y me caí. Ella siguió trotando y se
perdió por la espesura.
Mire todo a mi alrededor y solo vi árboles, árboles
y mas árboles. Todo era igual.
Trate de
tranquilizarme, tratando de recordar hacia donde giró ella y que tan lejos podía
llegar a estar la última cascada que escuché. Retrocedí unas diez cuadras
calculo yo, aunque no estaban marcadas y me encontré con una encrucijada. Si
voy por el medio no va a ver forma de equivocarme, me convencí nuevamente y
hacia allí me fui.
Sin reloj ni celular mi única guía era ese sol
que enrojecía poco a poco asomándose por debajo de las nubes como el lo
describiera.
¿Por qué no aparecían todavía por ahí? ¿Cuantos
caminos posibles habría hacia el Rupanco? Si caminaba cruzando los caminos a
campo traviesa tal vez tendría mas probabilidades de que dieran conmigo, me
esperance. Suponiendo claro que los caminos fueran paralelos, cosa que después
comprobé que no era así. Me pareció que llevaba horas caminando cuando al fin di
con un plantío de frutales, liños y liños de cerezos y moreras rodeadas por
laberintos de frambuesas y allá divisé una hojalata anaranjada olvidada ahí
hace tanto que los finos zarcillos de una campanula celeste ya cubrían la mitad
de aquel viejo tractor. El asiento aunque roto y perdiendo el relleno de goma
espuma por entre las rajas de cuerina me pareció el lugar ideal para descansar
las piernas y ver desde allí si alguien se acercaba, un jeep o quien fuera. No
quería pasar la noche afuera en el frío. Desde adentro de la cabina espié el
crepúsculo que se acercaba con sus cobres, rojos y naranjas con una luna
redonda y glaciar que me heló la sangre. Me acurruque encogiendo las piernas
sobre el asiento y ahí me quede. Un rato mas tarde, no se cuanto fue, me
sorprendió el movimiento de unas luces entre los árboles. Linternas, me dije y
salte de dentro del tractor siguiendo el bamboleante barrido de las luces entre
el follaje. Estaban mas lejos de lo que yo creía.
De pronto un disparo. Me agache casi por
instinto. Después recordé las balas de salva y volví a ponerme de pie. En eso
el aullido de un lobo y otros dos o tres disparos. Me encogí nuevamente. Por la
callecita de ripio un ruido me hizo girar a ver. Saltando y sacudiendo la
pelambre encrespada un enorme lobo negro se acercaba a toda carrera hacia mí.
Ahogué un grito y retrocedí hacia el tractor, medio corriendo marcha atrás.
Unos sonidos agudos entre los arbustos similares a alguna clase de ave nocturna
y saltó de entre la maleza un puma entrecortando su extraño gruñido. Las dos bestias
descomunales corrieron en paralelo por un momento chasqueando las fauces el uno
al otro y luego chocaron. Dejando al lobo sacudiendo su cabeza a medio camino
mientras el puma continuaba acercándose peligrosamente hacia mí.
Miré hacia atrás, faltaba poco para alcanzar el
tractor. Corrí otro poco y volví a girar desesperada ante la cercanía del
animal. Caí de espaldas y continué arrastrándome con pies y manos como un
cangrejo decidida a llegar hasta el condenado tractor.
Una luz recortando la silueta
de un cazador y otra que enfoca hacia mí, la mirilla de un fusil. El cazador
dispara recarga y vuelve a disparar el puma ya esta a solo unos metros de mis
pies. Saca una pistola de una cartuchera debajo de la axila y dispara una, dos
veces. Sacudiéndose el puma con ambos impactos.
El cazador desaparece entre los matorrales seguidos de rugidos guturales
y unos gritos aterradores. Se apaga la linterna.
─ Ignacio dale alcance─ oigo la voz de Teresa─ ¡apúrate no le dejes
escapar!
El lobo busca por un instante y lo ve, toma
impulso arrastrando un poco las patas traseras y sale desperdigando piedritas
como proyectiles a su paso. Delante de él otro cazador más enjuto que el
anterior corría perdiendo su sombrero en la huida. El hombre grita y grita
luchando con las zarzas que le cerraban el camino desgarrándose la piel al
tratar de soltar sus ropas de las espinas que lo retenían una y otra vez.
No sentí pena por el ni por ninguno de ellos
pero al ver el animal tendido en el suelo no pude evitar extender mi mano para
tocarlo condolida con su sufrimiento.
Transformándose bajo el pulpejo de mis dedos el
suave pelaje del puma en la piel tibia y morena que yo tanto amaba. Retrocedió
temeroso ocultándose detrás del tractor (mas bien yo estaba debajo de las
ruedas del tractor) y desapareció.
En el laberinto de frambuesos y más allá de las
hileras de cerezos se oían gritos, gruñidos y corridas de las que solo
alcanzaba a ver la agitación de las ramas detrás de su paso. Un temor
instintivo me puso de pie preparada para la carrera cuando me sujetó de la
muñeca tirando de ella en otra dirección.
─ hacia allá no!… salgamos de acá pronto antes
que te vean!─ gritó
─ ¿quienes? ¿Y esas ropas?─ pregunté en total
agitación y nerviosismo
─ ellos ya no van a necesitarlas…vayámonos ya!─
ordenó reflejándose a la luz de la luna sus afilados colmillos.
Se dio cuenta que me paralicé y se detuvo un
segundo. Me rodeó con sus brazos y me pidió disculpas.
─ me asusté mucho, hace horas que te busco─ me
dijo pero quien estaba más asustada era yo.
─ No tenías que estar acá, si te hubieras
quedado en la estancia no…no habrías visto….no quiero que me tengas miedo, yo
jamás te haría daño─ me juró.
Y yo le creí.
Unas horas mas tarde ya estábamos todos en la
estancia.
Olga igual que el día anterior les sirvió té a
las señoritas y Marianela también se sumo a sus “once” que curioso, no?
El odioso Barón tomó su café sin quitarnos el
ojo de encima en un solo momento y después se retiro a su recamara sin que
nadie hiciera siquiera mención alguna de los cazadores.
El pato que preparó Olga estaba
delicioso pero fue mas lo que revolví de lo que comí, Nahuel comió un poco también,
supongo que para no ofender a Olguita, no se.
Cuando nosotros nos retiramos ellas se sintieron aliviadas, había sido
una cena silenciosa y un poco tensa. Carraspeaban y sonreían con tibieza casi
con temor de decir algo que me asustara un poco más. Creo que fue mas incomodo
para ellas que para mí.
Yo me saque el frío o el miedo de encima con una duchita y me metí en la
cama.
Al poco rato sentí el picaporte de la puerta interna. Apenas abrió un
poco y preguntó:
─ ¿puedo quedarme a dormir con vos?
Si, ya se. No fue muy ingenioso,
muy Vicentico tal vez, pero se quedó.
Y al otro día a la mañana ahí estaba todavía, mi sueño recurrente de
carne y hueso. Durmiendo todo desparramado con sus patas de peluche beige caramelo,
esos bigotes tan bonitos, ronroneando placidamente con toda su cara y orejitas
delineadas en negro. Realmente me sentí como Jasmine con Rajah a sus pies.
─ y quien es Rajah─ preguntó el
desperezándose y transformándose al mismo tiempo.
─ el tigre de la princesa de
Aladdin─ dije yo asimilando varias cosas a la vez en mis pensamientos.
─ ah! Pero es un dibujo animado,
yo soy mas lindo que el.
─ Mmhjmmm…─ respondí denotándose
en las inflexiones de mi onomatopeya lo poco que estaba prestando atención a su
vanidosa respuesta. Ocupada en revisar a la luz de la mañana su espalda y su
pecho─ ya no te queda ninguna marca… ¿te duele?
─ nada de nada─ decía el frotándose el hombro izquierdo y el pecho─ no
se que trabuco tendría ese Mr Wallas pero no eran balas de salva, eso seguro.
─ lo vés! , no hay que confiarse. Le pasó a Brandon Lee por que no iba a
pasarte, explicame!
─ ¿como supiste lo de las balas?
─ Ignacio me dijo…bueno en realidad el parece oír mis pensamientos igual
que vos─ aclaré
─ este Ignacio siempre hablando demás─ negaba el con la cabeza haciendo
audible un pensamiento.
─ el es un hombre lobo y vos ¿Qué?
Un teriántropo, un psicopompo…
─ ¿Qué?─ me interrumpía el haciéndose el desentendido
─ ah, bueno!─ me quejé─ no me respondes ni una ni otra pregunta─ me
crucé de brazos resoplando empacada.
Revoleó los ojos como mareado y preguntó─ cual era la primera?
─ arrrr! Si duele cuando te transformas. En los
libros dice que…
─ oh! Los libros, vos también! no hagas caso a
todo lo que leas─ decía el con el oído atento a los sonidos de abajo.
Abajo se oía el piano y por la hora que era debería de oírse un silbido
en cualquier momento. Llegamos abajo y nadie silbó. El piano seguía sonando.
Tocata y fuga con algunas notas discordantes de tanto en tanto que hacían reír
a Teresa.
Ahora entiendo me dije al entrar en el living grande o sala de música.
Sentado junto a Teresa un enorme lobo negro metía su pata sobre las teclas del
piano con una sonrisa perruna... “súper graciosa”... como diría Tere.
─ justamente eso tenías que tocar hoy, pero es
que no te das cuenta que la chica esta asustada, ¿que tienes en la cabeza niña?─
la retaba Ana a su hermana entrando por la otra puerta.
─ Y tu Ignacio cuantas veces tengo que decirte
que no entres en la casa hasta que desaparezca la luna del firmamento, ah!─ se
la agarraba con el también
─ Que hay de malo con Tocata y Fuga, pues─
decía Teresa con su carita de santa inmaculada aun prosiguiendo con los acordes
de Bach.
─ Buen díiiia─ arrastraba Nahuel las notas de
su saludo para hacerse notar en medio de la discusión─ Como se nota que no esta
papá, eh!
Ana me dirigió la más tierna de sus sonrisas,
se acerco con cautela y me besó la mejilla frotándome un hombro─ buen día a los
dos.
─ buen día─ repitió Tere desde el piano
─ el llega alborota todo y se va…tu ya lo
conoces Nahuel…deja que nosotras nos preocupemos de las mañas del papá, si?... tu
llevaba la con a su abuelita, te llevas una de esas camionetas rentadas y la
dejan por ahí en el centro, ya─ proponía una Anita un poco mas sumisa y
cariñosa cuando no estaba su padre.
─ Marianela y el Ignacio se van a encargar de
las otras dos, no es cierto Tere?─ insistió Ana buscando apoyo en su hermana.
─ Son rentadas adonde las dejen la agencia las
va a encontrar y no hay mas nada de que preocuparse─ simplificaba Teresa
acariciando a su lobuno Ignacio entre las orejas.
Nahuel asintió varias veces en conformidad con
ellas.
─ ¿te parece?─ buscaba el mi conformidad
─ claro, si─ le respondí sin vacilar, no me
importaba lo que hicieran con esas camionetas. Yo solamente quería volver a
Buenos Aires y que todo estuviera como antes, nada más.
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