jueves, 21 de marzo de 2013

Tercer Capitulo: Mecha 2- 7


─ al fin llegas!...caballeros les presento a mi hijo el pura sangre de los Drajvalts!─ lo anunciaba su padre ni bien cruzamos la puerta del comedor.
Los invitados levantaron su copa y luego continuaron conversando con el anfitrión algo que no llegaba hasta mis oídos pero que aparentemente les causaba gracia.  
Faltando poco para finalizar el segundo plato tronó el cielo con su chasqueante látigo haciendo parpadear las luces un segundo antes de explotar en un destello a pocos metros fuera de la casa.
─ ¡una centella!─ afirmó uno de los invitados descorriendo los cortinados para dejar entrar un poco de claridad en el comedor a oscuras.
Olga y Teresa volaron a la cocina en busca de unas velas.
─ no puede ser que una simple tormenta nos deje dependiendo de unas lastimosas velas, en que siglo estamos! Anda mujer, llama al inútil de tu sobrino y que conecte el grupo electrógeno de una vez.─ le ordenaba a la pobre Olga que levantaba la mesa a toda prisa.
─ Enseguida lo llamo señor, disculpe usted─ apiló los últimos platos sobre el brazo y salió seguida de Teresa
─ Tu te quedas aquí─ la detuvo el y ella volvió a sentarse.
─ Caballeros sepan disculpar el imprevisto─ se dirigía a ellos de una manera tan gentil que asqueaba.
─ Por favor barón no tengo mas que palabras de elogio para usted, la salida de esta mañana y este delicioso almuerzo; tiene que felicitar a su cocinera por mi, estoy seguro que las piezas de caza que le entregamos serán preparadas a la perfección para esta noche─ cazador nº1
─ Así será Mr Wallas no se preocupe por ello─ un leve parpadeo y una inclinación hacia el primero─y usted Herr Hanstlaef que me dice de esta mañana─ ya decía el dirigiéndose a otro cazador
─ Una salida interesante aunque no tan emocionante como yo esperaba─ respondió con marcadas r y q el nº2 sin soltar su copa de vino.
─ Le voy a ser sincero barón y hablo por los caballeros aquí que no entienden el idioma─ señalaba el nº3 a un grupito de eslovacos que se apiñaban cuchicheando detrás de el─ nosotros apuntábamos a piezas un tanto mayores y no me refiero a esos pequeños pudúes con sus diminutas cornamentas sino ciervos colorados como las bellísimas cornamentas que decoran su living. Supusimos erróneamente que podríamos encontrarlos por estos parajes o incluso soñábamos con alguna pieza feroz que activara nuestra adrenalina.
─ Ya entiendo a que se refiere, acompáñenme por favor─ dijo el tomando un candelabro de la mesa.
Ana tomo el otro y salió siguiendo a los cazadores, caminando yo justo detrás de ella.
Entre los pasillos nos topamos con Ignacio. Tapetum lucidum me vino a la memoria inmediatamente al ver el reflejo de las velas iluminando la parte posterior de su retina.
─ muy bien caballeros─ se detuvo junto al piano apoyando el candelabro sobre su lustre negro─ tengo una propuesta que no van a poder rechazar ¿que les parece algo mayor como un lobo por ejemplo?
Los cazadores se miraron entre ellos con evidente interés, aunque un poco incrédulos de encontrar dicho animal por esos lugares.
─ ¿hay lobos por aquí?─ preguntó el vocero de los eslovacos.
Ignacio se detuvo en el marco de la puerta.
─ justamente por estos días anda deambulando uno. Ese tonto animal está tan domesticado que perdió toda astucia, será fácil darle caza…y me librarían de ese perro mirón que hace tiempo quiero quitarme de la vista─ agregó el sobre el final echando una mirada furibunda hacia la puerta.
Ignacio voltea a verle pero pronto baja la vista espiando en dirección a Teresa. Y Teresa a su vez busca con visible angustia y desesperación la mirada de su hermano.
─ con gusto barón, no hay nada mas divertido que un animal atontado, ni siquiera escapan, son un blanco garantizado. Bonitas pieles para llevar de recuerdo─ ríe el nº2
─ recuerdo el verano pasado cuando anduvimos por el monte chaqueño, soportando temperaturas extremas y sed, tuvimos la fortuna de dar con un buen guía conocedor de una sustancia toxica que drogaba a los animales que iban en busca de agua a diferentes charcas que el conocía. El simplemente hizo su picardía bien temprano y no se imaginan lo que fue ese atardecer…el mas rojo que he visto en mi vida─ cazador nº1
Sentí que el ambiente se cargaba de una energía oscura, fría, casi se podía palpar como un presagio del mal. Y un poco debía ser también la ira que sentía dentro de mí, esos despreciables humanos, tan crueles solo merecían morir de la misma forma en que mataban a sus presas, con el mismo sufrimiento y lento, muy lento ver llegar con los ojos bien abiertos su propia muerte, agazapada junto a ellos disfrutando su agonía como lo hacen ellos.
Nahuel apretó mi mano en la suya y su mirada fluía de un rostro al otro de sus hermanas como en una conversación silenciosa.
Entonces Ana tomó una copita y la cargó con un licor tan oscuro como el que recibiera Nahuel aquella vez. Apenas mojo sus labios en la copa y giró buscando la voz del cazador, clavándole una mirada tan profunda que por un momento creí ver un resplandor siniestro en su semblante, virando rápidamente en una sonrisa tortuosa que fue apoderándose de la pálida cera blanca de su rostro cuando caminaba hacia el.
─ algo me dice que podrían encontrar una pieza de mayor interés aún. En esta zona abundaban los pumas y aun creo que podríamos hallar alguno que pueda dar una buena pelea…no hay nada mas excitante que un puma acorralado, la adrenalina se dispara, la sangre fluye..ohh Caballeros, no podríamos perdernos una cacería como esa…una se siente el único depredador de la tierra─ dijo ella ofreciéndole su copa.
El la miró con gran sorpresa enfocando toda su atención en sus penetrantes grandes ojos, tomó su copa y la siguió con la mirada mientras ella acariciaba lentamente las curvas del piano. Sus movimientos felinos dibujaban una lujuriosa sonrisa en el. A la que ella respondió con una exuberante carcajada. ¡Cuanta pasión! al lado de ellas me siento frígida y fría como la escarcha, pensé, viéndolas desenvolverse con una sensualidad casi prohibida.
─ las mejores vides crecen en climas fríos ¿gustaría la señorita de una copita de licor? Para templar las manos o los labios tal vez─ me susurro el rozándome los labios con un beso.
 Tomó dos copitas y las cargó con el oscuro licor de ciruelas.
─ Yo creo que podríamos salir en un par de horas hacia el Rupanco para llegar con comodidad antes que el sol se asome por debajo de las nubes, que dicen─ propuso Nahuel
─ Excelente idea hijo─ lo felicitó su padre chocando su copa con la de el.
Nahuel apuró su copa hasta la última gota, tendiéndosela a su padre que volvió a llenársela con una sonrisa maliciosa curvando débilmente sus finos labios.
Luego se dejó caer en el sillón sin siquiera volver a mirarme. Genial, me dije, ellos se arreglan y yo quedo de lado. Me senté sobre el brazo del mismo sillón por un rato, pero sintiéndome acalorada y molesta me puse de pie y salí de allí hacia la puerta de servició. Necesitaba aire.
Pocos segundos después de cruzar la puerta se oyeron varias voces de júbilo, adentro se había restituido la luz. A fuera el clima no estaba mucho mejor, pero se despejaba rápidamente con un viento alto, muy alto llevándose su rebaño de merinos negros a otras regiones.
Caminando en dirección opuesta a las nubes llegué hasta un granero largo desde donde me llegaban los relinchos de muchos caballos. No creo que a nadie le moleste que pase a verlos, me dije echando un vistazo detrás de mí.
Estirando el cuello y a veces parada de puntillas fui espiando uno a uno los corrales.
Primero un hermoso tobiano, luego un malacara, un zaino y un alazán con estrella y patas blancas. Pero más allá una estupenda yegua azabache resoplaba a cada paso que daba arrastrando los pies por el heno para no tropezar con nada.
Al otro lado del granero abriéndose nuevamente a la claridad del patio se oían eventuales golpes secos que llamaron mi atención. Continué arrastrando los pies lentamente pero mirando hacia allí; tropezando con un rastrillo que cayó estrepitosamente justo cuando lograba ver el causante del sonido.
Ignacio alzaba una cuchilla por arriba de su cabeza  dejándola caer abruptamente sobre el pescuezo de una gallina e inmediatamente la sostenía sobre un balde para recorrer su sangre.
─ oh! Señorita no la oí llegar─ se excusó el arrojando la gallina y la cuchilla para tomar una botella que volcó en el balde. Lo levanto de allí y lo colocó delante de la yegua sacudiendo un poco su contenido en rojas salpicaduras sobre el pasto seco. Ella agachó la cabeza y empezó a beber.
─ ¿Que es lo que le estas dando?─ pregunté horrorizada
─ Es solo una cura sueca con bebida alcohólica, la pobre esta enferma y necesita cuidados especiales─ sonrió el achinando un poco sus ojos achocolatados.
Inhale y luego me salió un─ uOuhh!─ no podía creer lo que veía y lo peor era que se lo estaba tomando todo.
 Primero el desagradable del padre de Nahuel, después la casería y ahora esto…que asco ya quiero irme!─ Me dije para mis adentros.
─ coincido plenamente con usted en lo primero y por lo siguiente yo no quisiera meterme en asuntos que no me incumben pero yo le aconsejo de todo corazón, por su bien, pues…váyase, no pierda tiempo, este no es lugar para usted.
─ ¿Que cosa?...pero yo no dije nada─ me ataje
─ Ah, no?─  respondió el mirándome con desconfianza.
Yo negué sin pronunciar palabra. El licorcito venenoso ese se me había subido a la cabeza más de lo que yo pensaba.
─ ya! Discúlpame entonces, estoy súper atareado… tengo que cargarle combustible al jeep, comprar balas y cartuchos de salva y no me tengo que olvidar las pilas para las linternas tampoco….
─ Como dijiste…cartuchos de salva─ repetí yo incrédula
─ Es claro señorita, no pensaría que le iban a disparar de veraz a los pobres animalitos….
─ Bueno que alivio─ exhalé un poco mas relajada
─ Ahora entiendo porque te quiere tanto el Nahuel…bueno, si cambias de parecer y deseas quedarte, elige el caballo que tu quieras y sal a cabalgar un rato... eso despeja las ideas, pero no te confíes con la Blueberry, a esta yegüita se le da por morder a veces─ me advirtió el dándole unas palmaditas en el cuello y se fue.
─ Bueno, yo cacho que nos quedamos solitas tú y yo─  le dije a la yegua que movía las orejas en todas direcciones. Y no la culpo mi acento chileno estaba un poco oxidado y me sonaba bastante raro después de tanto tiempo si oírlo.
Me reí de mi misma. Miré hacia la casa nuevamente y nada. Debe seguir tirado en el sillón, me auto convencí, además al paso muy lejos no iba a ir, antes que se diera cuenta yo ya estaría de vuelta. Ajuste el estribo para mi y nos fuimos a pasear por la estancia. Primero corcoveaba bastante pero cuando elegí la senda hacia las cascadas apuró el trote haciéndome saltar un poco, me pasó por debajo de unas ramas, salió disparada en un galope corto y se clavo en medio del camino. Eso no era suficiente para asustarme, le sujete con más fuerza la rienda y la azucé. Resopló nerviosa y giró la cabeza moviendo sus labios como intentando morderme la puntera de los tenis.
 Repitió el mismo comportamiento una o dos vez y se calmó. A testaruda, testaruda y media, me dije satisfecha de lograr un paso medianamente decente y veloz.
Juro que perdí la noción del tiempo. La vista era tan bonita, con todo ese verdor, los pájaros y el silencio que al oír las cascadas no podía creer lo lejos que había llegado.
Entonces intenté volver. Giraba la rienda y ella giraba en redondo. Giraba hacia el otro lado y otra vez lo mismo. Insistí nuevamente sosteniendo la rienda mas ajustada y se paró de manos haciéndome asustar de verdad.
Maldije la hora que decidí hacer ese paseo. Le dejé bajar la cabeza para pastar un rato pero no le importó. Sacudió las crines y salió disparada en un incomodo trotecito odioso haciendo que se me escapara una de las riendas y luego otra y ahí empezó la pesadilla. Corrió y corrió conmigo sujeta solo de la silla de montar hasta que perdí la fuerza de mis manos y me caí.  Ella siguió trotando y se perdió por la espesura.
Mire todo a mi alrededor y solo vi árboles, árboles y mas árboles. Todo era igual.
 Trate de tranquilizarme, tratando de recordar hacia donde giró ella y que tan lejos podía llegar a estar la última cascada que escuché. Retrocedí unas diez cuadras calculo yo, aunque no estaban marcadas y me encontré con una encrucijada. Si voy por el medio no va a ver forma de equivocarme, me convencí nuevamente y hacia allí me fui.
Sin reloj ni celular mi única guía era ese sol que enrojecía poco a poco asomándose por debajo de las nubes como el lo describiera.
¿Por qué no aparecían todavía por ahí? ¿Cuantos caminos posibles habría hacia el Rupanco? Si caminaba cruzando los caminos a campo traviesa tal vez tendría mas probabilidades de que dieran conmigo, me esperance. Suponiendo claro que los caminos fueran paralelos, cosa que después comprobé que no era así. Me pareció que llevaba horas caminando cuando al fin di con un plantío de frutales, liños y liños de cerezos y moreras rodeadas por laberintos de frambuesas y allá divisé una hojalata anaranjada olvidada ahí hace tanto que los finos zarcillos de una campanula celeste ya cubrían la mitad de aquel viejo tractor. El asiento aunque roto y perdiendo el relleno de goma espuma por entre las rajas de cuerina me pareció el lugar ideal para descansar las piernas y ver desde allí si alguien se acercaba, un jeep o quien fuera. No quería pasar la noche afuera en el frío. Desde adentro de la cabina espié el crepúsculo que se acercaba con sus cobres, rojos y naranjas con una luna redonda y glaciar que me heló la sangre. Me acurruque encogiendo las piernas sobre el asiento y ahí me quede. Un rato mas tarde, no se cuanto fue, me sorprendió el movimiento de unas luces entre los árboles. Linternas, me dije y salte de dentro del tractor siguiendo el bamboleante barrido de las luces entre el follaje. Estaban mas lejos de lo que yo creía.
De pronto un disparo. Me agache casi por instinto. Después recordé las balas de salva y volví a ponerme de pie. En eso el aullido de un lobo y otros dos o tres disparos. Me encogí nuevamente. Por la callecita de ripio un ruido me hizo girar a ver. Saltando y sacudiendo la pelambre encrespada un enorme lobo negro se acercaba a toda carrera hacia mí. Ahogué un grito y retrocedí hacia el tractor, medio corriendo marcha atrás. Unos sonidos agudos entre los arbustos similares a alguna clase de ave nocturna y saltó de entre la maleza un puma entrecortando su extraño gruñido. Las dos bestias descomunales corrieron en paralelo por un momento chasqueando las fauces el uno al otro y luego chocaron. Dejando al lobo sacudiendo su cabeza a medio camino mientras el puma continuaba acercándose peligrosamente hacia mí.
Miré hacia atrás, faltaba poco para alcanzar el tractor. Corrí otro poco y volví a girar desesperada ante la cercanía del animal. Caí de espaldas y continué arrastrándome con pies y manos como un cangrejo decidida a llegar hasta el condenado tractor.
    Una luz recortando la silueta de un cazador y otra que enfoca hacia mí, la mirilla de un fusil. El cazador dispara recarga y vuelve a disparar el puma ya esta a solo unos metros de mis pies. Saca una pistola de una cartuchera debajo de la axila y dispara una, dos veces. Sacudiéndose el puma con ambos impactos.
El cazador desaparece entre los matorrales seguidos de rugidos guturales y unos gritos aterradores. Se apaga la linterna.
─ Ignacio dale alcance─  oigo la voz de Teresa─ ¡apúrate no le dejes escapar!
El lobo busca por un instante y lo ve, toma impulso arrastrando un poco las patas traseras y sale desperdigando piedritas como proyectiles a su paso. Delante de él otro cazador más enjuto que el anterior corría perdiendo su sombrero en la huida. El hombre grita y grita luchando con las zarzas que le cerraban el camino desgarrándose la piel al tratar de soltar sus ropas de las espinas que lo retenían una y otra vez.
No sentí pena por el ni por ninguno de ellos pero al ver el animal tendido en el suelo no pude evitar extender mi mano para tocarlo condolida con su sufrimiento.
Transformándose bajo el pulpejo de mis dedos el suave pelaje del puma en la piel tibia y morena que yo tanto amaba. Retrocedió temeroso ocultándose detrás del tractor (mas bien yo estaba debajo de las ruedas del tractor) y desapareció.
En el laberinto de frambuesos y más allá de las hileras de cerezos se oían gritos, gruñidos y corridas de las que solo alcanzaba a ver la agitación de las ramas detrás de su paso. Un temor instintivo me puso de pie preparada para la carrera cuando me sujetó de la muñeca tirando de ella en otra dirección.
─ hacia allá no!… salgamos de acá pronto antes que te vean!─ gritó
─ ¿quienes? ¿Y esas ropas?─ pregunté en total agitación y nerviosismo
─ ellos ya no van a necesitarlas…vayámonos ya!─ ordenó reflejándose a la luz de la luna sus afilados colmillos.  
Se dio cuenta que me paralicé y se detuvo un segundo. Me rodeó con sus brazos y me pidió disculpas.
─ me asusté mucho, hace horas que te busco─ me dijo pero quien estaba más asustada era yo.
─ No tenías que estar acá, si te hubieras quedado en la estancia no…no habrías visto….no quiero que me tengas miedo, yo jamás te haría daño─  me juró.  
Y yo le creí.
Unas horas mas tarde ya estábamos todos en la estancia.
Olga igual que el día anterior les sirvió té a las señoritas y Marianela también se sumo a sus “once” que curioso, no?
El odioso Barón tomó su café sin quitarnos el ojo de encima en un solo momento y después se retiro a su recamara sin que nadie hiciera siquiera mención alguna de los cazadores.
   El pato que preparó Olga estaba delicioso pero fue mas lo que revolví de lo que comí, Nahuel comió un poco también, supongo que para no ofender a Olguita, no se.
Cuando nosotros nos retiramos ellas se sintieron aliviadas, había sido una cena silenciosa y un poco tensa. Carraspeaban y sonreían con tibieza casi con temor de decir algo que me asustara un poco más. Creo que fue mas incomodo para ellas que para mí.

Yo me saque el frío o el miedo de encima con una duchita y me metí en la cama.
Al poco rato sentí el picaporte de la puerta interna. Apenas abrió un poco y preguntó:
─ ¿puedo quedarme a dormir con vos?
 Si, ya se. No fue muy ingenioso, muy Vicentico tal vez, pero se quedó.
Y al otro día a la mañana ahí estaba todavía, mi sueño recurrente de carne y hueso. Durmiendo todo desparramado con sus patas de peluche beige caramelo, esos bigotes tan bonitos, ronroneando placidamente con toda su cara y orejitas delineadas en negro. Realmente me sentí como Jasmine con Rajah a sus pies.
─  y quien es Rajah─ preguntó el desperezándose y transformándose al mismo tiempo.
─  el tigre de la princesa de Aladdin─ dije yo asimilando varias cosas a la vez en mis pensamientos.
─  ah! Pero es un dibujo animado, yo soy mas lindo que el.
─  Mmhjmmm…─ respondí denotándose en las inflexiones de mi onomatopeya lo poco que estaba prestando atención a su vanidosa respuesta. Ocupada en revisar a la luz de la mañana su espalda y su pecho─ ya no te queda ninguna marca… ¿te duele?
─ nada de nada─ decía el frotándose el hombro izquierdo y el pecho─ no se que trabuco tendría ese Mr Wallas pero no eran balas de salva, eso seguro.
─ lo vés! , no hay que confiarse. Le pasó a Brandon Lee por que no iba a pasarte, explicame!
─  ¿como supiste lo de las balas?
─ Ignacio me dijo…bueno en realidad el parece oír mis pensamientos igual que vos─ aclaré
─ este Ignacio siempre hablando demás─ negaba el con la cabeza haciendo audible un pensamiento.
─  el es un hombre lobo y vos ¿Qué? Un teriántropo, un psicopompo…
─ ¿Qué?─ me interrumpía el haciéndose el desentendido
─ ah, bueno!─ me quejé─ no me respondes ni una ni otra pregunta─ me crucé de brazos resoplando empacada.
Revoleó los ojos como mareado y preguntó─ cual era la primera?
─ arrrr! Si duele cuando te transformas. En los libros dice que…
─ oh! Los libros, vos también! no hagas caso a todo lo que leas─ decía el con el oído atento a los sonidos de abajo.
Abajo se oía el piano y por la hora que era debería de oírse un silbido en cualquier momento. Llegamos abajo y nadie silbó. El piano seguía sonando. Tocata y fuga con algunas notas discordantes de tanto en tanto que hacían reír a Teresa.
Ahora entiendo me dije al entrar en el living grande o sala de música. Sentado junto a Teresa un enorme lobo negro metía su pata sobre las teclas del piano con una sonrisa perruna... “súper graciosa”... como diría Tere.
─ justamente eso tenías que tocar hoy, pero es que no te das cuenta que la chica esta asustada, ¿que tienes en la cabeza niña?─ la retaba Ana a su hermana entrando por la otra puerta.
─ Y tu Ignacio cuantas veces tengo que decirte que no entres en la casa hasta que desaparezca la luna del firmamento, ah!─ se la agarraba con el también
─ Que hay de malo con Tocata y Fuga, pues─ decía Teresa con su carita de santa inmaculada aun prosiguiendo con los acordes de Bach.
─ Buen díiiia─ arrastraba Nahuel las notas de su saludo para hacerse notar en medio de la discusión─ Como se nota que no esta papá, eh!
Ana me dirigió la más tierna de sus sonrisas, se acerco con cautela y me besó la mejilla frotándome un hombro─ buen día a los dos.
─ buen día─  repitió Tere desde el piano
─ el llega alborota todo y se va…tu ya lo conoces Nahuel…deja que nosotras nos preocupemos de las mañas del papá, si?... tu llevaba la con a su abuelita, te llevas una de esas camionetas rentadas y la dejan por ahí en el centro, ya─ proponía una Anita un poco mas sumisa y cariñosa cuando no estaba su padre.
─ Marianela y el Ignacio se van a encargar de las otras dos, no es cierto Tere?─ insistió Ana buscando apoyo en su hermana.
─ Son rentadas adonde las dejen la agencia las va a encontrar y no hay mas nada de que preocuparse─ simplificaba Teresa acariciando a su lobuno Ignacio entre las orejas.
Nahuel asintió varias veces en conformidad con ellas.
─ ¿te parece?─ buscaba el mi conformidad
─ claro, si─ le respondí sin vacilar, no me importaba lo que hicieran con esas camionetas. Yo solamente quería volver a Buenos Aires y que todo estuviera como antes, nada más.
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