Primero que nada quiero echar por tierra de una vez esa creencia,
bobadas que andan diciendo por ahí; que los vampiros somos todos egoístas,
egocéntricos y mezquinos. No, no, no…eso es puro grupo, todas mentiras nada
mas.
Si mis hermanas no me hubieran pedido que lo siguiera, yo lo habría
hecho igual.
Decliné tantas cosas, mis compras, mis salidas… Las noches que me quedé
en casa cuidándolo. Ay, mis zapatos, cuantos cambrillones habré roto, taquitos
perdidos entre las rendijitas del suelo del subte y la de medias enganchadas.
No, no, no! Una mujer como yo no puede estar más de un mes usando los mismos
zapatos, eso es inaudito. Con lo que me gusta comprarlos, caminar por Florida,
mirar vidrieras y ese olorcito a cuero nuevo. Ah! Que placer. Con una cartera
que combine por supuesto. Pero bueno que se le va ser. Un hermano es un
hermano. Pero tengo que admitir que al principio fue una tarea tediosa y
aburrida hasta el hastío. Estaba tan triste, melancólico y gris ¿que se puede
decir? ¡hecho pelota estaba! siguiendo todos los días los mismos caminos que
ella seguía del bondi al subte y del subte a la Facultad y otra vez de regreso,
a veces en el 140, otras caminando por Lavalle, cruzando por delante de todos
esos pajarracos carroñeros que se amontonan en los juzgados y terminar casi
siempre por los cines con lo poco que me gusta a mi quedarme con el culo chato
por dos horas solo para ver una tonta peli, lucecitas en una pantalla mas
grande nada mas. ¡Un plomo mi hermanito!
Pero la depre no fue la primera de las etapas, no. La primera como
siempre fue la ira. Estaba loco, se subía al San Martin o al via temperley, si
era via circuito mejor, pero eso si, siempre de noche, caminando por los
vagones, buscando cualquier provocación para limpiarse alguno que otro malandra
en la penumbra de algún vagón sin luz. Pero que son unas pocas cucarachas en el
nido gigante que es Buenos Aires. Hay que dejarlo, me dije, ¡Que se desquite!
.Después le llegó la depre como dije antes y una vez hasta llegó a Quilmes,
buscó su cuadra y se paseó de arriba abajo por la misma calle tratando de
deducir cual de todas ellas sería su casa, hasta que un vecino llamo a la cana.
El patrullero paró junto a el le pidió documentos, lo palpo de armas y como
supuestamente estaba limpito, lo dejaron
ir con un respetuoso…” dale tomatela pibe, no jodas mas, dale, dale caminá que
te seguimos”…y así lo hicieron lo vieron caminar hacia la estación de Ezpeleta
y ahí recién lo dejaron en paz. Volvió a intentarlo otro día pero faltando una
cuadra dio media vuelta y regreso por donde vino. Se subió al tren y se quedó
parado entre vagones delante de las puertas abiertas mirando pasar todo en un
borrón, estación tras estación y justo en el momento exacto que otro tren
cruzaba por delante del suyo se inclinaba peligrosamente hacia delante. Lo
barajé un par de veces y después lo levanté en peso.
No se bañaba, me dejaba todo
tirado por toda la casa y se quedaba horas dormido en el sillón. Otra, la guita
que estaba gastando en pasajes, estaba yendo a la Facu casi todos los días pero
no entraba, se quedaba en plaza Hussay un rato el mirando la nada y yo unos
metros mas atrás contando las ventanitas de ese edificio gris que tanto le
gustaba. Teresa habría mirado al otro lado, esa iglesia era intrigante, daba
ganas de entrar.
Y sobre lo que él hacia a veces creo que era para convencerse, con la
esperanza de un día cruzarse con ella y que le diera vuelta la cara como si
nunca lo hubiera visto en su vida…eso lo habría dejado en paz, me decía yo.
Pero no.
Después del reto le cayo toda la apatía junta encima y parecía no tener
fuerza ni para levantar un brazo, pero empezó a llegar a la facultad. Yo le
imprimía los comprobantes de inscripción a examen, le compraba docenas de
lapiceras, hojas y hasta lo acompañe allá por donde el diablo perdió el poncho
a buscar un cosito chiquitito que nombró de forma rara ¿como era?...dosimetro y
después resultó que tenía un cacho de radiografía adentro.
Pobre hermano mío no cabía en su tristeza. Culpándose día a día por la
suerte de su morocha. Una noche cuando hacia la guardia nocturna en el Pedro
Elizalde para cumplir sus horas de pediatría, un par de enfermeras de aquel
viejo hospital aseguran haber soñado o visto un puma de carne y hueso echado
junto a los leones del jardín. Por fortuna se le antojó pasear su pena durante
la noche oscura ignorando la mirada de las somnolientas enfermeras que cruzaban
pasillo arriba, de lo contrario habría alarmado a todo el barrio de Constitución.
La noche se le hizo larga y la mente desespera.
De seguro se escapó un rato de su guardia para respirar el aire fresco y
ver las estrellas a través de los ojos del puma. Aliviando así la opresión de
su atormentado corazón.
Una tarde llega y me dice:
─ la vi a Mecha.
─ A Mercedes ─ le dije, a los muertos hay que
tratarlos con más respeto.
─ Sí, era ella…bueno no estoy seguro todavía─
dudó al final.
Uuuuu! Este pibe esta de rechiflete, me dije.
También como para no quedar así medio pirucho. Se fue y se anotó (porque
no te anotas así nomás por internet) a Radioterapia. Una asignatura deprimente,
haciéndose un periplo mas deprimente aun por tantos medios de transporte
distintos que le faltó el tranvía nada mas. Se tomaba el 130 hasta el correo,
subte B hasta Federico Lacrote y ahí se subía al eléctrico un par de estaciones
(lastima por que ese tren es re-lindo al lado de los de zona sur). Todo para
llegar al Raffo. ¿Cual es la especialidad del hospital? ¡Sí! Oncología, que alegría.
¡Y la cursaba! Siendo que yo escuché que todo el mundo la da libre. El
pobrecito se había vuelto loco en serio. ¿Cómo va a venir a decirme que vio a
su noviecita que se la tragó la tierra? ¿Cuánto hacía? ¿Desde junio, julio?…no,
no eran las vacaciones todavía, no importa. La cuestión era que por ahí la
pobre piba hacía rato que veía crecer los rabanitos desde abajo, no?
Pero como él insistía, pensé: ¿y si me equivoco? ¿y si ella no se
encontró perdido por allá lejos al loco de la Matraca? ¿y si seguía vivita y
coleando por ahí?
Y cuando esa tarde él volvió alterado del subte diciendo que había
perdido su moneda.
Me acordé del día que ella desapareció. Como buscaban Ignacio y él
tratando de seguirle el rastro y siempre llegaban al mismo lugar. Ahí sobre el
cordón de la calle, a un lado de la Otto Bader. El levantó una rosa, igual a
las otras, rojo intenso casi negro, abandonada sobre el cordón, manchando su
suave terciopelo con el barro que salpicaban los autos desde el asfalto y
debajo de ella encontró un diminuto penique de cobre.
A mi me dio mala espina, por esas cosas que decía mi madrina…” no
levantes las monedas tiradas en una esquina, por que son trabajos para librar a
otros de un daño y si vos la levantas el daño te vuelve a vos”…
Le pedí que la tire pero él la guardó en su billetera por que era un
pensamiento de ella.
Temí que ese pequeño cobre fuera como dice el cuento de Borges…”el Zahir
es la sombra de la rosa y la rasgadura del velo”…preguntándome: ¿que velo será
el que nos impide ver?, descubrir cual es y así poder rasgarlo y hallar la
verdad…VERDAD.
¿Qué es sueño y que es realidad?
…”No es acaso la vida un sueño…Pero de quien será”…dice la canción.
Será Fernando el personaje de
otra historia ¿quien sabe?
─ contame─ le dije dispuesta a oír su relato.
─ La semana pasada yendo hacia el Raffo, estaba
en el mismo vagón, viajando en el eléctrico conmigo y no la ví hasta que una
estación antes, se baja una chica, se da vuelta y era ella. El tren arranca, me
acerco a la ventana y me doy cuenta que no era Mecha, era otra chica.
No respondí, ni acoté nada. Inhalé fuertemente
y seguí escuchando
─ ayer yo viajaba en la D y la veo. Ella dejaba
plaza Italia y yo llegaba al rosedal. La veo un instante en la escalera y
después la pierdo entre la gente que sube y que baja.
No quise interrumpirlo, se supone que ya
solamente salía para ir a la facultad pero parece que no.
─ hoy la encontré y otra vez lo mismo. La seguí
por los pasillos del subte entre Carlos Pellegrini y 9 de Julio. Un hombre la
seguía. La encañona y se la va llevando por otro pasillo apartándola de la
gente, pasando delante de un policía sin que este se percatara del arma. El la
abrazaba susurrándole cosas al oído como si fueran enamorados. Esperé que él
llegara a un lugar donde se sintiera seguro, me le aparezco y le parto el
cuello. Mi verdadera intención era amedrentar a la tipa rara esa. Quería saber
lo que estaba pasando ¿porque a veces yo la miraba y veía a Mecha?
─ ¿Qué bicho te picó ahora?...vos estas loco,
pero loco mal─ me enojé, me saque.
─ Espera…─alargó él la palabra, lento y suave
con la calma que yo había perdido.
Me crucé de brazos negando en un movimiento
continuado de incredulidad, no me entraba en la cabeza. El no era así. Y delante
de un humano. No podía ser.
─
¿sigo?─ preguntó, yo pestañee─ ¿Quién era ese tipo y porque te apuntaba…lo
seguías como a mí?─ la ataqué así, sin pensar que alguien podía girar de pronto
y encontrarnos con el tipo frito ahí en el piso─ dijo Nahuel y continuó
repitiendo su dialogo con la chica:
─ Gomez…así le llamaban en la federal, pero no
creo que fuera su verdadero apellido─ soltó ella, como si le hubieran liberado
la lengua por un segundo y luego fuera a quedar sin habla, incapaz de
pronunciar palabra alguna.
Amagó
correr y le atenace la muñeca haciendo que ahogara un grito de dolor.
─ ¿Por qué te sigue la policía?─ la increpé.
─ no es policía, trabaja para un área
especializada de la federal, para el Ministerio de lo Oculto. Alguien me
traicionó, tenemos que salir de acá, ¡por favor! ─ estaba asustada y parecía
sincera así que la solté.
Tiré del
brazo inerte del poli para cargarlo como a un borracho hasta el baño pero ella
no me dejó hacerlo.
─ No, dejalo ahí. Que parezca que cayó por la
escalera─ sugirió ella.
Salimos a toda prisa del subte y caminamos
hasta las puertas del primer cine que encontramos. Miró la grilla y encontró lo
que buscaba, la segunda de la lista había comenzado hacia 15 minutos. Pagué dos
entradas y entramos. Todavía se proyectaban en la pantalla las propagandas
previas a la película. El cine acababa de abrir, casi todas las butacas estaban
vacías, solo unos chicos de uniforme que reían al fondo al volcar el pochocho
y un gordo que se acomodaba para dormir
bien lejos de los revoltosos que de seguro se hicieron la rabona.
Me inclino en la butaca hacia ella y espero que
hable sola.
─ no puedo contarte todo… mi jefe me ordenó
seguirte y que utilizara el Carmen para confundirte, lo siento.
─ ¿qué sabe tu jefe lo que yo estoy buscando?
¿Quién es tu jefe? ─ la interrogué
─ por favor, solo somos anticuarios, nos
engañaron. Alguien nos tendió una trampa. Prendieron fuego a la librería y me
siguieron hasta el subte donde me encontraste…casi me atrapan. Yo soy tan
victima como vos, no te la agarres conmigo.
─ Anticuarios, no entiendo nada…─ dije yo
desconcertado
─ No importa, solo te puedo decir que la
persona que vos viste al seguirme puede que esté viva todavía…
─ ¿Cómo sabes eso, porque te parecías a ella?
explicame como haces eso...─ me desesperé quería saberlo todo, Y ya!
─ Ya te dije, el Carmen…no te puedo decir mucho
más, solo un consejo. Yo que vos empezaría a buscar por el Tigre. El hombre que
no vendió estaba vestido de medico y después de un encuentro con mi jefe se
subió a un tren de la costa. Buscalo no pierdas tiempo─ me dijo, se levantó de
la butaca y empezó a bajar las escaleras dando saltitos.
─ Esperá─ le grité bajito─ ¿Cómo te llamas?
─ Dolores Von Plant…quedate a ver la película
yo me arreglo sola, suerte.
Me quedé un rato mas y me fui─ terminó él su
relato
─ decime que pensas─ buscaba él mi opinión.
Yo miraba hacia mi librero, sin ver ningún
libro en especial, ya que el que yo rememoraba no estaba ahí todavía. ¿Cumplirá
su promesa de mandarme uno cuando lo edite? Pensé, tronando las uñas contra el
cuero negro del sillón.
─ Pienso que fue algo muy peculiar lo que te
pasó─ le dije
─ Peculiar en qué forma, explicate…
─ Te encontraste con un anticuario en persona─
respondí
─ Que tiene de peculiar un anticuario, San
Telmo está lleno de ellos ¿y?
─ No, de esos. La que vos encontraste te engañó
varias veces con el Carmen…
─ Dejate de enigmas y hablá claro─ se
impacientó él
─ El Carmen es hundir a una persona en el
pasado, hacerle recordar a alguien muy querido, eso. Cambian de aspecto, vos
los ves como otra persona─ trataba yo de apegarme a la definición verbal de su
autor.
─ Tenes razón, eso era, es como un juego
psíquico o algo así, no?─ atinó él
─ Si, algo así…¡que loco! De Santis tenía
razón, existen…
Me quedé
pensativa.
¿Habrá
estado De Santis en ese pituco salón de San Isidro?, ¿habré bailado yo con él o
es que acaso le soñé? ¿O fue él quien soñaba y yo en su sueño? donde me contaba
su último sueño de tinta y papel, apenas un boceto que sostenía con un alfiler
de oro. Dudo mucho que uno bastara pero dicho por él sonaba poético.
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Eternamente agradecida a Pablo De Santis por su generoso humor al enterarse de mi homenaje a su novela " Los Anticuarios", gracias!!! un genio!!
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