sábado, 2 de marzo de 2013

Tercer Capitulo: Mecha 2- 3


Al otro día Nahuel paso a buscarme a las tres, yo estaba armando mi valija con ayuda de Isa. Marcos había llegado a la hora del almuerzo con un bolsito para quedarse con ella. Era un alivio para mí que no se quedara sola.
Le pedí a Marquitos que la cuidara, la abrasé muy fuerte, cargamos las valijas en el auto y volvimos a San Telmo a buscar a Marianela.
Tocamos bocina varias veces y salió. Estaba toda abrigada hasta las orejas, polerón morado de cuello tortuga alto y grueso que le cubría hasta la nariz, campera con piel en la capucha, chupines y un par de botas caño largo con unos tacos temerariamente altos y negros al igual que el resto de su atuendo.
A las cinco de la tarde con el solcito, dentro del auto estábamos bien, pero si asomabas la nariz afuera la ventolera entre los edificios te arrugaba el espíritu en un minuto. Chau, chau otoño, el invierno había llegado para instalarse, bastaba ver las narices rojas y frías por la calle para convencerse.
Arrastrando las rueditas de su valija caminó cubriéndose del viento hacia la parte trasera del auto donde Nahuel  la recibió reordenando y empujando un poco las cosas hasta que todo quedó trabado con todo, sin estorbar la visual del espejo.
Liberada de su equipaje se zambulló dentro del auto sin perdida de tiempo.
─ ayyyy, que frió acá si que se esta bien─ dijo ella acartonada y temblando.
El simple roce de su mejilla al besarla me hizo tiritar, estaba realmente helada.
Con extrema elegancia, se quitó del hombro una bandolera con flecos de cuero negro y se cruzó de piernas bajando lentamente la cremallera de su campera.
Cayendo así la capucha, se buscó en el espejo acomodando su cabello con una coquetería sin igual.
─  el solcito se siente lindo acá, en un ratito entras en calor─ aseguré yo que en el trayecto desde casa a defensa me fui quitando el abrigo hasta quedarme con la  polera finita de modal y mi chalequito de bremer abotonado hasta la mitad que apenas toleraba con el saco de lana arrugado en el respaldo de mi asiento, calentándome la espalda.
 Se puso en marcha el auto abandonando la larga sombra de las casonas viejas vecinas tan eternas como los añosos colosos verdes que dejando libres pequeños parches de cielo nos hacían cruzar calles y calles bajo sus sombras y luces difusas hasta llegar finalmente en un lento rodeo a la Colon donde se abre la amplia avenida en una encrucijada donde nos alcanzaron los últimos rayos de sol entrando por el vidrio trasero en un abanico de destellos largos.
Me senté de costado procurando iniciar una conversación con ella, incluirla, verla en el asiento trasero me incomodaba un poco, después de todo ella era la propietaria del auto y mi cuñada, mayor razón aun para tratar de hacer buenas migas con ella.
Ella parecía redescubrir una Buenos Aires diurna, bulliciosa e inquieta, asomándose tímidamente a las ventanas, siguiendo con la mirada las multitudes de peatones que por esas horas cruzaban en gruesos cardúmenes dejando atrás las primeras calles de Corrientes para llegar al correo central invadido de combis blancas e interminables filas de oficinistas, secretarias y demás trabajadores de mirada perdida en una ensoñación quizás de creerse lejos ya del centro, soñando con la casa tibia, el aire puro del sur entrando por las ventanas y una olla humeante con el guiso que una madre o esposa atenta prepararon para recibirles.
Una bailarina de tango como ella era un ingrediente más de la noche porteña, su ámbito natural debía de ser Casa de Tango, El Taso, Sr Tango y tiempo atrás La Botica del Angel y quien sabe cuantos lugares más.
Formaba en mi imaginación la imagen de la Buenos Aires nocturna que ella debía frecuentar llena del glamour y el brillo de los salones de baile. Salones de suelos lustrosos como tableros de ajedrez con luces tenues y mesitas de cafetín con pequeñas botellitas panzonas chorreadas de vela y en una esquina la orquesta.
El piano de cola en el medio de la escena con un orgulloso músico de sobrio traje gris celeste y corbata punzó acompañando el marcado tiempo de un tango que el fuelle del bandoneón exhalaba acompasado con la grave cuerda del contrabajo y delante de los caballeros de gris, imaginaba que alguna noche micrófono en mano, en un pulcro y estilizado traje negro cantaría Darthes, sonriendo a las bailarinas que giran y giran frente a el. En una rueda de piernas engalanadas con medias de red o delineadas por detrás con perfectas líneas rectas que se pierden bajo las faldas. Y apretadas blusas marcando un escote lleno de purpurina como el que brillaba en esos momentos en su rostro con cada reflejo de sol. Realzando los pómulos y los parpados como los de una vedette de revista iluminada con las luces del teatro.
Nahuel la mira por el espejo retrovisor un par de veces y la llama, sacándome del ensueño de su noche previa.
─ Marianela olvidaste quitarte le gibre─ ella lo miró por el espejito sin entender lo que decía su hermano─ la purpurina, el brillo del maquillaje, nena…
─Ah! Cierto, el brillo─ exclamó ella alejándose de las ventanas─ estaba tan cansada anoche que me acosté como estaba, mejor me acuesto un ratito mas así recupero el sueño.
En dos rápidos movimientos se quito la campera, se la echo encima y se recostó a lo largo encogiendo las piernas para caber en ambos asientos.
Tendré que dejar la charla para después pensé frustrada, realmente tenía curiosidad por conocer su trabajo, preguntarle a quienes conocía. A Lavié seguramente lo habrá visto mas de una vez y hasta quizás escucho una balada para un loco cantada en vivo por Amelita Baltar o la negra Varela…¿cual le habrá gustado mas? A mi la primera.
Suerte que yo no tengo hermano. Retarla así por un poco de purpurina, si que la hizo buena, iba a ser largo y aburrido el primer tramo del viaje, Marianela dormida, el auto estéreo apagado y nosotros a paso de hombre sin siquiera llegar a la autopista.

Buenos Aires se ve bellísima al atardecer con todas esas tonalidades de naranjas y rosas arrullando lentamente a un sol rojo que se va durmiendo por detrás de un centenar de torres grises, que una a una van encendiendo sus luces como luciérnagas
multicolores cada vez mas lejanas, en un interminable crecimiento de una ciudad cada vez mas monstruosa, hipnótica e interminable. Que se enrosca y te aprieta como un ofidio gigante que se niega a soltarte empeñada en su egoísmo de gran ciudad agotando tus fuerzas en cada intento por librarte como aquellos que escapan por la banquina audaces y ansiosos levantando polvareda creyendo engañarla para volver en poco menos de un km al mismo lento peregrinar, comprendiendo que al igual que un pantano cenagoso la lucha te hunde un poco mas en la desesperación.

 En un lento goteo los minutos de la primera media hora la pasé en un silencio asfixiante, el tironeaba de las cuerditas de su pulsera haciendo girar las maderitas y semillas sumido en sus pensamientos. Que no daría por saber que pensaba en esos momentos..a penny for your thoughts..decía Cary Grant en esa vieja película. Si por cada monedita obtuviera un pensamiento: ¿que le preocupaba?, ¿cuales eran sus miedos?, que realmente eran muchos y hoy lo entiendo, si se arrepentía de algo..y si así fuera no lo culpo, yo habría dudado igual que el.
Frenando y arrancando, manteniendo la distancia reglamentaria en la larga y lenta procesión de luces en fuga, donde apenas cruzábamos palabras al llegar a los peajes que para peor nos cobraban más caro por viajar en horario pico.
 Preguntándome ¿que razón había para viajar en ese horario?, ¿por qué no salir de mañana y viajar cómodamente durante el día?, no entendía sus razones. Pasados ya los primeros peajes, cuando el transito fluía mas liviano y el sol se ocultó definitivamente en su lecho, el fue relajando su postura desapareciendo toda la sensación de ahogo, volvía la sonrisa a su rostro devolviéndome el aire con ella.
 Poco después Marianela se incorpora desperezándose con sobreactuados bostezos, alcanzando los límites del minúsculo espacio interior en cada extensión de sus brazos, para quedar asomada con codos y todo sobre el respaldo de los asientos delanteros testeándonos con su censor ocular.
─ ¿y que pasa?─ pregunto ella rompiendo el silencio─ ¿Nadie va a cebar mate ni nada?...cuanto silencio. ¿Por donde estamos?
─ Lujan─ respondió el.
─ Nahuelito…monstruito de mi vida...la estas asustando a la chica con tanta elocuencia, si seguís así se va a quedar dormida─ protestó Marianela dándole un tingaso en la oreja a su hermano.
─ Auch!─ se quejó el cubriéndose la oreja─ así que aburrido, no?...bueno cuéntenos”señorita noche porteña”...como le fue ayer? se divirtió con los chinitos o les hicieron pasar vergüenza por que bailaban mejor que ustedes?
─ Ya estas tan maliciosa como Tony─ le espetó su hermana achicando los ojos con fiereza─ para tu información nos fue fantástico, se fueron encantadísimos con nosotras…
─ No querían dejar de bailar─ dijo ella pavoneándose un poco al dirigirse a mi─ no te imaginas como les gusta el tango…y como bailan!…mejor que cualquiera de acá─ terminó ella con un cabeceo disimulado hacia su hermano.
─ Hjjj!─ exclamó el dándose por aludido sin quitar la vista del camino.
─ Bueno como este muchachito sigue tan elocuente, te voy a contar ¡la noche de anoche!─ remarcó ella con entusiasmo al finalizar su frase.
Me acomode en el asiento girando hacia ella, esto se iba a poner bueno.
─ resulta que ayer era el aniversario de una parejita de modistos amigos de Tony─ comenzó ella─ y les tenía una sorpresa preparada que se hizo rogar un poco pero con la última campanada de las doce llegó…
Un silencio inmediato y las tres miradas cruzándose en el medio del auto prolongaron el suspenso.
─ ¿quien?─ pregunté yo sin soportar un minuto mas de suspenso
─ Dar-thes─ deletreo ella con los ojitos chispeantes anticipando la reacción
─ Nooo!─ dije yo sin poder creer la increíble coincidencia─ no te imaginas como me hubiese gustado estar ahí…
─ Ay, a mi también!─ exclamó el con una voz afeminada y burlona─ a quien no le puede gustar un brazuca haciéndose el que canta tangos…y esas baladas añejas escucharlas arruinadas por el….Mmmm que placer!
─ ¡Que malo que sos!…una cosa es el lugar de nacimiento y otra el lugar de crianza…yo crecí en Quilmes y me siento tan quilmeña como los demás, ¡que digo como los demás! ¡Más quilmeña que la cerveza!
─ ¿Que decías Nahuel?─ preguntó Marianela pestañeando con carita de inocente
─ No nada, nada ─ respondió el soltando las manos del volante
─ Eso me pareció. Bueno, y como venía diciendo─ continuó ella ─ a las doce mientras sonaba un tanguito romanticón que venía diciendo así:
                                 Y todo a media luz,
                                 crepúsculo interior,
                                 que suave terciopelo
                                 la media luz de amor.
Me sonreí encantada con su voz, melosa y ruda a la vez con un toque mágico de un eco vibrante al final de cada estrofa que parecía prolongar su voz en ondas de  terciopelo.
─ Marianela no cantes esos tangos…tengo que manejar despierto, si?
─ Shhh!─ le cayó ella para continuar con su relato─ las luces se fueron tornando mas y mas tenues indicándonos que debíamos acompañar a los invitados a sus mesas, les saludamos con una leve inclinación oriental y nos fuimos rápidamente a ocupar nuestros puestos a cada lado de los cortinados del escenario central. Una luz circular caminaba lentamente recorriendo la pista, trepando uno a uno los escalones hasta dar con un lustroso zapato negro y luego otro que bajaban por la escalera del escenario. El cono de luz lo fue iluminando, revelando la figura de un caballero esbelto, traje gris topo casi negro, corbata roja y ahí se oyó su voz…que empezaba cantando así:
      He llegado hasta tu casa...
     ¡Yo no sé cómo he podido!
─ ay no!, me muero...Nada... ¿no es cierto?─ la interrumpí yo continuando con la siguiente estrofa de la canción:
Si me han dicho que no estás,
que ya nunca volverás...─ ella se sonrió y continuó conmigo la letra ignorando los resoplidos y bufidos de su hermano:
 ¡Si me han dicho que te has ido!
¡Cuánta nieve hay en mi alma!
¡Qué silencio hay en tu puerta!
Al llegar hasta el umbral,
un candado de dolor
me detuvo el corazón.
─ si siguen cantando paro el auto, me oyen─ amenazó el. No dimos señas de oírle.
Nada, nada queda en tu casa natal...
Sólo telarañas que teje el yuyal.
El rosal tampoco existe
y es seguro que se ha muerto al irte tú...
¡Todo es una cruz!
Nada, nada más que tristeza y quietud.
Nadie que me diga si vives aún...
¿Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor?
─ y ahí se escuchó la vocecita de uno de sus recios admiradores que le gritaba…¡acá estoy!...─ volvió a interferir Nahuel mofándose de la inclinación de los textiles.
─  ¡mentira!, ellos no son esa clase de loca─ los defendió ella─ los dos estaban muy sobrios y elegantes con mínimos detalles de rosa en la corbata talvez, pero fuera de eso eran dos caballeros cualquiera, mas sensibles que el resto claro, pero normal. Se deschavetaron un poquito cuando se acerco a la mesa, lo piropearon, le hacían guiños y hasta le pidieron una canción pero siempre con recato y ubicación, nada de andar gritando.
─ ¿y cuál era la canción que le pidieron?─ pregunté curiosa
─ ay.. los amigos de Tony son unos románticos, le pidieron un bolero.. Arráncame la vida, ¿te suena?─preguntó medio cantando una estrofa al seguir─…oblígame a vivir para tu amor pero no me obligues a decir adiós…
─ no se si la escribió o la cantaba Chico Novarro, ¿puede ser? ─ dije yo un poco confusa aunque quizás a quien escuche yo fuera al negro Lavie con la tana esa que nunca recuerdo el nombre…Silvana di Lorenzo?, no se.
─ Justamente─ confirmó ella─ y se dice por ahí que le ofrecieron hacer el musical, pero que todavía no eligieron a la interprete femenina...y bueno con semejante rumor dando vueltas por los pasillos imaginate como estaban las chicas, todas trataban de lucirse mas que la otra, expectantes al momento en que el llamase a una para hacer un dúo de algún bolero o aunque sea un estribillo con el y poder lucir sus voces, pero la noche fue corriendo y el solo cantaba con las invitadas y a nosotras nada. Yo me di cuenta que todavía no había cumplido el pedido de la mesa cuatro, entonces me fui a saludar a los chicos, que me recibieron de mil amores, me invitaron una copita y brindamos por nuestro buen amigo y jefe que nos trajo semejante bombón .Tony tomó una copa de la bandeja de Charly ( el mozo) y se sumó al festejo, brindamos por la felicidad de los chicos y risa que va risa que viene se acerca el galán de la noche a nuestra mesa y me pide que lo acompañe en una canción, chan!, me dije…te juro que me quedé sin aliento…
Apoyé una mano sobre la mesa e iba a impulsarme hacia arriba en un lento espiral rodeando la silla con elegancia y seguirlo al escenario. Pero los pies no me respondían, resbalando una y otra vez bajo la mesa, chuequeando el taco a lo Mama Cora, las plantas de los pies me hormigueaban como dormidos y si  las rodillas estaban en su sitio yo no las sentía.
─ ¿miedo escénico vos?...no! eso si que no te creo─ decía su hermano mirándola por el espejito retrovisor.
─ Te juro que es cierto, esos segundos fueron interminablemente frustrantes, todo lo que había planeado durante la noche se estaba viniendo abajo. ¡Esos malditos nervios que siempre lo arruinan todo!
─ Entonces no cantaste─ aventuró el casi en un bostezo
─ Claro que si!, me planté bien con los dos brazos sobre la mesa y me incorporé de la silla alisándome la falda para recuperar un poquito el equilibrio y arranqué medio al trotecito detrás del 42 que iba llegando a grandes pasos hasta el piano.
La música empieza y se suponía que la que arrancaba era yo. Me acerco al micrófono y…nada!,Otra vez! Se me hizo una laguna, la mente en blanco totalmente, se me fue la letra, no podía empezar…
─ qué momento─ suspire yo
─ imaginate la cara de desconcertado que me puso, yo era la pestaña en su ojo, el sudor frió en la frente, la pesadilla viviente que le estaba arruinando el show. Estaba serio como un tronco arrugando un poquito el labio a un costado en una sonrisa medio nerviosa y la ceja derecha que subía y bajaba no me ayudaban en nada, peor. Suerte que los músicos que están en todas volvieron a tocar la entrada y ahí recién arranque…
─ y arranque nada!─ la detuvo el nuevamente─ no cantes mas nena! Si seguimos así en un rato ya me veo cantando resistiré como Antonio Banderas, ya me tenes las….
─ eh! Cuidadito con la boca… ¿que modales son esos?, mirá que te doy un cepillazo por la cabezota de cavernícola que tenés─ le advirtió ella alzando un enorme cepillo de pelo de su bolso de mano
─ …por el piso!─ terminó el desafiante.
 Cuando algo impactó contra el cristal delantero marcando una estrella, cayó sobre el capot unos segundos y luego resbaló por un costado.
─ ¿De donde salió eso?─ grité yo alarmada
─ Aquel loco del cuadrifolio lo tiró por la ventana, ¿que era?─ preguntó el
─ Creo que era un celular─ al menos eso me había parecido.
─ ¿A quién se le ocurre tirar un celular? Qué raro─ se preguntaba Marianela en voz alta
─ Y a la velocidad que va para pasarnos así tiene que ir a mas de 140 km/h
Nos quedamos viendo la silueta del alfa rojo achicándose rápidamente hasta que la luz de sus faros se perdió en la distancia.
Volví la vista hacia la rajadura del cristal por un momento pero pronto creí ver que una de sus patas corría rajándose pulgada tras pulgada hasta que imaginé que pronto rompería el cristal. Quité la vista del vidrio empañado y decidí buscar algo para entretenerme sin pensar en el frío que pasaríamos si realmente se rompiera. En la canasta junto a mi pierna derecha encontré lo que buscaba. El mate es el mejor compañero de viaje y no se por que magia esos mates siempre tienen ese gustito del camino, conservando su dulce sabor por vueltas interminables, con la misma yerba que usamos en casa pero que aquí parece nunca lavarse, hasta que sacudimos el termo y este tintineando el cristalino sonido nos avisa que llegó el último mate.
Entre Bragado y Pehuajo conseguimos mas agua y continuamos los mates acompañados con unos ricos bizcochitos apanaditos que compramos en un viejo almacén donde tuvieron la amabilidad de cargarnos el termo. Gente muy amable aunque un poco temerosa. Un manso viejo pastor que se levantó a saludarme amistosamente, cambió rotundamente su humor al entrar Nahuel, gruñendo y erizando los pelos de la cruz alarmando a los ahora temerosos dueños que rápidamente miraron con desconfianza al recién llegado. Nahuel se llevó el termo con agua y al salir el espontáneamente el can meneando la cola arrimó su hocico a mi mano ansioso de recibir una caricia como siempre pasaba con cuanto animal se me acercaba.
Unos kilómetros después por ahí por Catriló o un poco más volvimos a cruzarnos con el cuadrifolio rojo. Estaba parado a un costado de la ruta con todos los cristales empañados. Con la única luz de nuestros faros vimos salir del oscuro verdor que se achaparraba y retorcía, a pocos metros de la banquina pedregosa y polvorienta, la figura encorvada de un hombre que corría hacia el auto. Entonces fue que Nahuel la vio.
─ ¿vieron eso?...creó que alguien estaba golpeando la ventana trasera, con la mano bien abierta y hasta parecía estar gritando algo hacia nosotros, ¿no la vieron?
─ quizás era una criatura jugando, no le hagas caso─ no podía mencionar la otra opción mas privada que propicie la oscuridad de la ruta, ni pensarlo.
─  no doy más!─ dijo el sacudiéndose el sueño que se reflejaba en sus ojos─ manejo hasta Santa Rosa y cambiamos, si?...tengo la vista cansada y ya estoy imaginando cosas raras.
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♫♪ nada, nada queda en tu casa natal...uy! me copé con el Tango :)

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