martes, 23 de abril de 2013

Cuarto Capitulo : Mecha 3- 2


Es de mañana otra vez, debí quedarme dormida. La cama junto a mi vuelve a estar ocupada.
No escuche cuando la trajeron. Es tan jovencita como las otras pero ella esta medio sentada en la cama con las manos juntas sobre el regazo y me mira.
─ hola─ saludé
─ hola… ¿vos también quisiste perderlo?
─ ¿qué cosa…?─  respondí ¿de qué me estaba hablando esa chica?
─ Buen día!─ llega la 3er enfermera empujando el carrito con desayuno para las dos.
Se frena el carro en seco y se queda mirando a la chica como si se tratara de un fantasma.
─ Eras vos la que llegó anoche, ¿que haces acá?─ la increpa─ ¡no le dije al inútil de tu novio que este lugar era peligroso!
─ ¡Sí! Se lo dijiste porque no nos querías ayudar─ le respondió ella haciéndose la cocorita
─ El paco les arruino la cabeza completamente a ustedes dos…que parte no entienden de que es peligroso acá, ¡decime!─ la voz de la enfermera sonaba a enojo y desesperación.
─ Si me hubieras ayudado yo nunca hubiera tenido que recurrir a un palito de perejil ni nada…
─ ¿Te metiste un palito de perejil? ¡Estás loca!─ se exasperó aun mas
─ No tenía perejil, era un helecho.
─ ¡Ah, bueno! No, si yo tengo razón a vos no te queda una neurona sana… ¿cómo es que estas viva todavía?
─ La doctora me dijo que me perforé el labio, la vagina nada mas..ja! ja! Estaba tan dada vuelta que me hice un piercing─ encima se reía la muy tonta.
─ ¡Dios mío! Tengo que sacarte de acá urgente─ dijo ella, bajó las bandejas de la mesita y la tapó con una sabana cubriendo los laterales─ dale metete acá abajo!
─ ¡No!─ se negó la chica soltándose de su mano─ la doctora dijo que puede ayudar a mi bebe, la droga no le va afectar, ella va hacer que sea un bebe normal…me lo prometió.
─ ¡Ahora querés conservarlo! Mira, nena…primero que nada la tipa esa no es doctora, segundo tu bebe no va a ser normal y menos si ella lo altera genéticamente…
─ ¿Y tercero?
─ Que tenemos que irnos ya o no salís nunca mas de acá, dale!
Ella obedeció y se metió bajo la mesa. Sentí el impulso de irme con ellas, pero no.
Pronto todo volvió a quedar en la más absoluta quietud, solo el pitido de los equipos y las tasas humeantes sobre las bandejas a los pies de las camas.
Se me fue el hambre. Dejé la bandeja donde estaba y me acerque a la ventana.
De día el paisaje era mucho menos tenebroso, el verde claro de los sauces le daban un aire mas alegre, mas diáfano, con ese suave movimiento de ramas acariciando el suelo verde esmeralda y las hortensias ¡que grandes que eran! ¡Y que colores, hermosísimas!
Incluso el muelle rejuveneció de la noche a la mañana con el lustre y la firmeza de la madera nueva y no esa imagen ruin y carcomida que imaginé en la bruma nocturna.
Hasta parecía más corto de lo que en realidad era.  Ideal para pasear por la orilla sin mojarse los pies o tocar el barro, claro, porque ese aroma no era de agua muy limpia que digamos. Yo diría que había en el aire algo muy de la rivera, a la de Quilmes me refiero, con sus sábalos muertos y la arena barrosa y pútrida, si algo así. Pero aun daba ganas de caminar, como lo hacían ellas en ese momento. Tal vez la enfermera tenía razón y esa nueva vida, ese bebé, empujara a esa chica hacia una vida mejor, a vivir por algo, no se.
Hay un bote de remos bollando junto al muelle. La enfermera la abraza y vuelve corriendo hacia aquí mirando nerviosa a un lado y al otro como temiendo ser vista. En el muelle la chica baja el primer escalón de la escalera. Un hombre apareció de alguna parte y le llama la atención. Ella baja otros dos escalones, duda y espera. El hombre desciende con ella y la toma de la mano colocando su otra mano sobre la de ella, se acerca otro poco y le susurra algo al oído. Al menos eso parecía, las ramas del sauce estorbaban bastante la visual. Súbitamente se desvanece y rueda por la escalera.
─ ¿qué es lo que estas mirando?─ grita alguien detrás de mi
─ mas te vale que no digas nada a nadie o te juro que te hundo una jeringa y te retuerzo las venas, me oíste─ era la 3er enfermera.
Afuera algo cae al agua. Vuelvo a mirar por la ventana pero solo vi el muelle, el bote y las aguas que se iban aquietando lentamente ondulando en ondas concéntricas.
─ la chica que dejaste en la orilla…
─ callate la boca perra─ me tapaba ella la boca, golpeando mi cabeza contra la pared─ te dije que te callaras ¡no entendés cuando se te habla!
─ Yo creo que aquí la que no entiende eres tú─ dice una voz masculina y la toma de los pelos alejándola de mí.
─ Cuantas veces tengo que decirte que de aquí no puede salir nadie, ninguna paciente sin excepción…entonces porqué me encuentro con tu amiguita correteando por el muelle, dime!─ le preguntaba el doctor tan furioso que lo desconocí
─ Por favor doctor es una nenita no le haga nada, se lo ruego.
─ ¡Por favor!─ se mofaba el de ella imitando su expresión de suplica─ esa niña se odiaba así misma yo simplemente termine lo que ella había empezado, ahora es problema de los peces y tu…─ la señalaba amenazante.
La delgada auxiliar contiene la respiración, palidece y amaga correr hacia la puerta.
─ e, e, eh! ¿A donde vas? ¿Acaso quieres que nos vean las otras enfermeras?...¡no es mala idea! Adoro el publico…con toda su atención sobre mi y el miedo, aaah! Ese aroma tan excitante─ apenas mueve un pie para dar un paso y ya está junto a ella.
─ Es la última vez que me engañas─ separaba el las palabras señalando la nariz de la enfermera que hiperventilaba a pocos milímetros de su dedo.
Retrotrae los labios sosteniendo su barbilla en alto y cae sobre ella hincando los afilados colmillos en su cuello. Hundiéndose los cartílagos de la laringe bajo la mortífera presión de sus fauces. Un grito burbujeante escapa por su garganta y me cubro los oídos pero no hay forma de escapar de ellos. Sus manos luchan hincando las uñas inútilmente y pronto todo se acaba, deja caer los brazos y se desploma pesadamente a sus pies. El cruza un pie delante del otro y evade el cuerpo tendido en el piso.
─ desde esta mañana que intento darte una buena noticia y siempre hay algo que me detiene─  decía él como si nada.
Yo no intenté moverme ni una pulgada de donde estaba, quedando separada de él solo por la camilla. Se sentó en la camilla y me invitó a sentarme junto a el.
Me negué y dejé que mi espalda resbalara por la pared hasta quedar sentada en el suelo.
─ ¿por qué? ¿No querías saber lo que te estaba ocurriendo?
─ Porque usted es un vampiro y que importa ya si estoy enferma o no, todo se terminó para mí de todas formas─ respondí casi con un hilo de voz.
─ Ou! Que feo catalogar a la gente así de buenas a primeras...es algo tan desagradable─ salta de la cama y cruza al otro lado sentándose junto a mi en el suelo─ pero todo el mundo lo hace, veras: para los Mapuches era el Piuchén, una serpiente alada o algo así;  los Brasileros en cambio me llamaban Libishomen, acercándose un poco mas a lo que en realidad soy y Vampiro ya es un termino mas globalista coincido contigo, sería el termino mas adecuado pero toda esa fantasía que viene con él me hace una fama que no merezco realmente.
Yo giré la cara hacia el otro lado y cerré los ojos no quería ver cuando todo terminara.
─ hey! Que es ese miedo, no vas a decirme que después de cuanto… dos, tres años estuviste con mi hijo…y no te diste cuenta que era un vampiro! No puede ser, yo te creí mas avispada y despierta como la estudiante de medicina que sos, pero veo que me equivoqué
─ Creí que era un Teriantropo o un Psico pompo─ respondí bajando un poco mas la cabeza
─ ¡Un psico que! No, no… eso fue una jugada sucia de la bruja de su tía. Ella lo convirtió en esa bestia para burlarse de mi, el debería ser un espécimen majestuoso y superior como mis hijas o yo, no ese cobarde que cuando quiere alimentarse se transforma en un animal. ¡Mi primero y único hijo varón y ella lo arruina!─ se enfurecía el haciéndome temblar con el bramido de su voz.
─ Mi chiquita, lo estoy echando todo a perder, perdón─ dice el me abraza y me besa la sien─ ¿sabes qué? no tenías nada en absoluto, estas embarazada.
─ ¡Que!─ había oído bien pero fue todo lo que pude expresar, no podía creer lo que me estaba diciendo. Yo embarazada, con mi útero acodado eso era imposible. Un hijo de Nahuel, me dije primero emocionada y después me di cuenta, odié compararlo con un demonio o un incubo. Pero y si lo era ¿qué iba a ocurrir conmigo?. Para muestra alcanzaba mi compañera de cuarto que nunca volvió de dar a luz.
─ ¿Que pasó, problemas de disciplina?─ preguntó alguien desde la puerta, era la técnica.
─ Lo de siempre el tironeo diario de un medico con sus auxiliares, si los tratas bien te toman el pelo y si los tratas mal tampoco les va─  responde él como si simplemente le hubiera dado un reto a la desdichada enfermera. 
─ querés que vaya por una camilla y me la lleve como cualquier paciente o preferís que lo hagan ellas así les sirve de escarmiento─ se ofreció ella
─ No, hazlo tú. No quiero que nadie más intente escapar de la isla.
─ Ok, como quieras─ dice ella mostrándose desalentada con su decisión.
¿Que quería mas muertes? ¿Estaba loca o era una vampiro igual que el?
─ yo veo que necesitas un tiempo para  asimilar la noticia así que también me voy─ anunció él y se fue caminando tranquilamente a unos pocos pasos después de ella.
Me hice un ovillo y me quedé ahí en el piso llorando de desesperación y miedo.
A los diez minutos vuelve ella con la camilla.
─ ¿estuviste llorando? Tranquila ya me la llevo… ¿queres un calmante?
─  ¡no!─ le respondí enojada
─ bue! Entonces voy a pedir que vengan por esas bandejas y te traigan un caldo caliente, si?
Me encogí de hombros con indiferencia.

Mas tarde llega la 1er enfermera me coloca un enorme tazón con sopa entre las manos y se lleva los desayunos fríos. Los vapores llegaban hasta mi cara acariciándome con su suave aroma,  inhalé suavemente y lo levanté hasta mi boca. Terminé el caldo y me acosté a dormir por mi propia voluntad, no tenía ánimos de nada.

Al otro día el Doctor en persona me trae un desayuno continental con frutas, jugo de naranja exprimida, medialunas, rodajas de budines y hasta una barra de cereal.
─ no sabía que te gustaba así que cargué de todo un poco y te lo traje─ presentaba el su magnifico desayuno con falsa humildad.
Me incorporé en la camilla haciendo un gesto involuntario de dolor, realmente era muy dura.
─ voy a pedir que te cambien de habitación a una cama más cómoda, dos semanas en esta cosa debió ser un suplicio para ti, lo siento. Hay tanto que atender en la clínica que se me pasó─ se disculpaba  notando mi incomodidad.
─ ¡dos semanas!─ repetí en un mínimo susurró apenas audible
─ Bueno, te dejo que desayunes tranquila.
Dos semanas y nadie vino por mi, ni siquiera Nahuel. ¿Sabía alguien que yo estaba ahí?
Mucho me temía que no y todo me indicaba que jamás saldría, salvo…mejor no pensar en esas cosas. Todavía era muy pronto para rendirse.

Al mediodía él trajo un plato con Nianchi para mi.
Yo sabía que era y al ser él quien me lo entregaba supe que estaba obligada a comerlo.  
Miré el plato sintiéndome incapaz de digerirlo sin devolver y le oí claramente decir...”üpang üpangn kom”… la misma voz antigua y lejana que me abordara en el camino al Osorno. Era mi abuelo, mi newen, mi fuerza, mi espíritu protector. Esa fue la última vez que le oí pero yo supe que no estaba sola, él estaba conmigo. Entonces comí, comí y comí hasta acabarme el plato.
─ eso es…así se hace─ dijo el doctor─ recuerdo muy bien la primera vez que comí este plato. Yo viajaba con Darwin rumbo a Buenos Aires donde nos esperaba el Beagle. Utilizábamos las postas de los soldados Rosistas cuando llega uno de esos improvisados batallones vivando y festejando haber dado muerte a un malón antes que ellos pudieran hacer lo mismo con ellos. Carnearon una vaquilla y prepararon con su sangre medio coagulada, sal, ají y cilantro este mismo plato. No pude emborracharme con ellos hasta que se apagara el fogón pero esa fue en 210 años la primera comida que compartía con humanos desde mi transformación en Egipto… Podrán decir que eran indios traidores a su raza, ladrones y gauchos de la peor calaña pero fue muy importante para mí…me sentí bien con ellos.
No lo dudo─ me dije y al momento temí que pudiera oír mis pensamientos pero por fortuna ni pestañeó. Yo no era un libro abierto para cualquier ser sobrenatural como había imaginado. ¡Lucky me!

Mas tarde cuando me cambiaron de cuarto pude hacerme una idea mas precisa del lugar donde me encontraba. Era la planta baja de una casona inglesa con viejas ventanas levadizas de diferentes colores de cristal, no por cuestiones decorativas sino más bien reemplazadas al azar según se van rompiendo. Dejamos atrás el ruidoso UTI, los interminables pasillos y nos detuvimos en un pequeño hall donde una escalera de amplios escalones de mármol se enroscaba sobre un viejo ascensor. La enfermera empujó la silla de ruedas dentro y utilizando todas sus fuerzas logró que hiciera contacto la puerta y arrancó. Subimos un piso, volvieron a plegarse los rombos metálicos y descendimos del ascensor. Eligió el pasillo izquierdo, cruzó dos y tres puertas, abrió la última del pasillo y allá me dejó.
La cama era mucho mas confortable pudiéndose regular su altura y contando además con no una, sino dos mullidas almohadas. Y el silencio ¡ah! Al fin me libraba de esos molestos equipos. Que paz.
En la madrugada un agudo rasguño en la ventana me despertó varias veces, robándome pequeños intervalos de sueño en los que yo sentada en la cama con los ojos bien abiertos esperaba ver algún especto golpeando el cristal para que le dejara entrar. El ruido desaparecía y volvía a dormirme y así hasta la mañana cuando descubrí los largos brazos de viuda blanca que rozaban mi ventana. Era solo un altísimo eucaliptus. Me causó gracia mi tonta imaginación, ya estaba tan perturbada que podía creer cualquier cosa.
El apareció por mi puerta cargando la bandeja del desayuno y me encontró riendo sola.
─ buen día, parece que el cambió de cuarto te sentó bastante bien─ decía el dudando tal vez un poco de mi cordura.
Entonces le conté los divagues de mi imaginación durante la noche. Mientras le contaba abría bien grandes sus hermosos ojos color del tiempo que rotaban del algarrobo al verde mas intenso y escapándosele una que otra sonrisa furtiva por las comisuras de los labios caminó elegantemente hasta la ventana, cortó algunas hojas y me las entregó como si fueran un ramo de flores.
─ he aquí otra mente contaminada con la morbosa imaginación de las hermanas Brontë─ se burlaba él de mi, me besó en la frente y se fue muerto de risa.

Tres domingos mas tarde y digo domingo como podría decir martes o miércoles ya que lo único que yo sabía era que en seis días exactos el volvía a traerme medialunas en el desayuno y aproximadamente en ese tiempo fue que los dolores empeoraron. Los vómitos y los retorcijones eran tan fuertes que apenas si podía llegar al baño, las piernas ya no me sostenían y tenía las manos heladas, mucho mas que de costumbre. Y ni siquiera hacia frío, el clima estaba calido y soleado, odiaba estar encerrada por esos días.
Una mañana como de costumbre el llegó con mi desayuno pero en lugar de encontrarme en la cama sentada esperándolo yo me había quedado dormida junto al inodoro después de pasar la peor de mis noches.
Mandó llamar a Celeste inmediatamente.
Celeste llegó con la 1er enfermera y juntas me levantaron del suelo. La enfermera me quitó la bata para meterme en la ducha y al ver mi vientre las dos se me quedaron mirando.
La enfermera corrió a la puerta, se asomó y rápidamente la trabó.
─ ¿cómo es que no tenés panza todavía?─ susurró ella
─ ¡te va a escuchar!─ le avisó Celeste
─ acabo de fijarme, ya no está ahí─ le respondió la enfermera mirándome sin ver nada.
─ Un embarazo de pocas semanas no puede notarse─ dije yo
─ Estos sí! Y vos no estas embarazada…. ¡ah! Ahora me acuerdo…las muestras de sangre ¡OH, por Dios! Llega a enterarse estoy muerta, me va a matar─ se desesperaba la enfermera.
─ Tranquila está todo bajo control─ la calmaba Celeste.
─ ¿qué estás diciendo? Tarde o temprano lo va a notar.
─ No creo que llegue a notarlo, antes que el veneno la mate o llegue la fecha de parto la policía ya va haber seguido el camino de migas que fui sembrando por el río.
─ ¿Qué veneno?─ interrumpí yo su discusión
─ El que estoy inyectándote desde hace un mes─ respondió Celeste.
─ ¿Qué hiciste Celeste, que es lo que estas haciendo? ¡Vas hacer que nos mate!
─ ¡Callate, callate!─ decía ella ahogando con una mano los gritos de la enfermera─ oigo su voz en el pasillo.
Ella sale disparada a su encuentro.
La enfermera me higieniza y me envuelve en una frazada con la que me lleva hasta la cama. Me cubre bien y me coloca la bandeja bien pegada contra mí.
Yo levanto la taza y mi mano temblaba haciendo que el contenido se derramara sobre la bandeja. Traté de calmarme.
El aparece nuevamente por la puerta ocultando algo detrás de su espalda. Se acerca a mí y corre la bandeja. La enfermera y Celeste contienen el aliento.
Extiende el brazo hacia delante y apoya contra mí un enorme tigre de peluche. Yo abrazo fuertemente el peluche y le sonrío lo mejor que pude. Escuchando los resoplidos de alivio detrás de el. Celeste se sonó los nudillos e iba a salir cuando el la detiene.
─ cuando a vos te parezca Celeste puede ponerte a dormir igual que las otras chicas, así no sufrís tanto dolor─ me decía el simulando sentir pesar.
¿Acaso eso era culpa? ¿Quería el ahorrarme sufrimiento?
Lo que yo sentí es que me estaba ofreciendo algo muy parecido a la eutanasia.
 Y eso me enfureció.
─ ¡no! No importa lo que pase…yo quiero estar despierta─ la voz se me quebraba, no pude seguir, no quería dormirme todavía.
Lejos de estar feliz por mi accidental descubrimiento sentí que el tiempo se me acortaba. Que mi vida pendía de una cinta muy fina y deshilachada y que ahora otras manos sostenían la tijera que se cernía amenazante sobre los últimos hilos.
De alguna manera el entendió mi negativa como un acto de valentía dejando atrás todos los relatos de sus andanzas con el sádico de Darwin. Relatos de pedradas en la cabeza a pobres zorros que hoy guardan en algún museo en Inglaterra, de disecciones de aves y luciérnagas para descubrir de que se alimentaban o que era exactamente lo que las hacia brillar y demás crueldades como dejar ciegas a mansas vizcachas solo para comprobar una simple deducción: ¿Por qué no escapaban?
Me dio algo así como una tregua, un in paz.
Intenté convencer a Celeste de poder fingir los dolores pero se negó, continuando ella inoculándome con sus venenos sin que yo pudiera hacer nada.
Creo que no necesito decir que recuerdos me traía ese tigre y lo triste que me ponía al verlo. Eso en conjunción con las carnes casi crudas que me obligaban a comer dieron por resultado un malestar con vómitos sanguinolentos y eventuales derrames por la nariz que solo me recordaban lo cerca que estaba mi último día. Pero para mi peor sufrir siempre había un próximo. Volvía amanecer y volvía a aferrarme a ese pobre peluche manchado con mi propia sangre, rogando que ese día el tampoco me descubriera.
 Cubriendo mi barriga y esperando.
Cada nueva madrugada, cada atardecer otro par de ojos negros se sumaba en la vigilante espera. Apuntando con su agudo pico y las alas inquietas con coléricos aspavientos de impaciencia, gritan los benteveos en mi ventana. Chismosas brujas emplumadas, oráculos del mal que vuelan de rama en rama anunciando su presagio. A nadie engañan con el amarillo de su pecho, nada tienen que ver con el tibio y calido sol ¿acaso nadie lo ve?
¡Son ladrones! Ahí están con su antifaz y su capa tan oscura como su alma.
Y no se irán. Escuchen lo que dicen, ¿los oyen?…”ya falta poco, ahí está”…gritan señalando la dama que espera sentada en mi cabecera peinándome los cabellos con sus manos huesudas mientras yo duermo en la impotencia de librarme de mi destino.
Otra mañana llega, el abre los pies de la bandeja y deja mi desayuno. Termina de salir por la puerta y arrojo un vaso contra la tela metálica de la ventana para espantarlos. Ellos gritan y vuelan un poco más lejos.
─ Darwin decía que “el bien te veo” tenía un canto agradable─ decía regresando sus pasos. Agudizó el oído acercándose a la ventana y buscó en las ramas del árbol.
─ Sin embargo ese grito plañidero tan desagradable solo puede provenir de una lechuza…voy a pedirte otro vaso de jugo y a cargar de sal mi Winchester y regreso─ anunció él marchándose a toda prisa.
Él no regreso, pero tampoco volví a oír a la pobre lechuza.
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y ustees que pájaros consideran de mal agüero?

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