martes, 28 de mayo de 2013

Quinto Capitulo : Marianela 4


Me había traído uno de mis libros, La Reina de los Condenados…mi personaje favorito Lestat siempre se las arreglaba para salir airoso de todo. Nada mejor que una buena lectura para predisponer el espíritu con la mejor energía. Calma y paciencia, solo quedaba esperar. En rededor mío todo estaba saliendo como lo imaginé. Como dije Bianchi había llegado tarde y desde esa hora de la mañana fue recibiendo llamados de su esposa a un molesto celular cuyo ringtong cantaba…”aaaa chiquitá, chiquitá, chiquitá, chiquita”…se sobresaltaba en su silla o donde estuviera, apretaba el botón con furia y corría a meterse en su Oficina. Vergonzoso pero nadie se reía. Se cruzó un par de veces con Arauss y sus ojos eran el fuego del infierno, si señor. Arauss viendo que el horno no estaba para bollos escondió la mano y se metió en su cueva.
Lo mismo que el día anterior tres polis se fugaron a la rotisería  quedando la módica suma de dos oficiales fijos detrás del mostrador y uno veleta que recorría todo como pista de karting ¿tendría hormigas o saldría a fumar? Y un poco de olor a pucho había en el ambiente, amargo y rancio pero los únicos que no olían así eran los tres mas altos jefes, hacia abajo no había distinción de cargo eran ceniceros andantes.
Catorce treinta y los tres canas no regresaban, pero tampoco llegaban los cabos que yo mas que nadie esperaba.
─ ¡che! ¿Que les dieron de comer? Allá al fondo donde dejaron la jaula están durmiendo más que los gatos ¿de donde sacaron esos borrachos?─ preguntó el veleta en una de sus vueltas.
─ Ah! Esos son los hermanos Mollinari, dejalos que duerman donde los van a trasladar no van a pegar un ojo─ le respondió risueño uno de los oficiales.
─ hola─ saludan dos flaquitos puro uniforme bien nuevito y lustroso─ ¿Bianchi está?
─ Si, allá está en la oficina pero…─ se acercó a ellos como quien cuenta un secreto con una pizca de malicia escondida en el pliegue del ojo izquierdo─ yo que ustedes agarro la jaulita y me voy a dejar al animalito al zoo…para que molestarlo che, tiene quibombos con la jermu…
─ Ahhh! ─ asintieron los pobres cabos y siguieron su consejo caminando derechito para el fondo.
Los ve pasar y abre la puerta del office. Los sigué unos metros y vuelve a sonar el telefono. Uff! Me dije, salvado por el ring tong. Je! Je!
─  ¡dejalo que se vaya el maricon ese!…no llores, por que lloras, carajo! ─ gritaba Bianchi sin poder contenerse hasta cerrar la puerta.
Pobre chico… ¿habrá tenido Tony quilombos como ese?
Vuelve uno de los cabos corriendo. Sas! Me dije.
─ un puma asi grandottotote y ot, ot…─ tartamudeaba el flaquito.
Los dos oficiales se destornillaron de la risa, golpeaban con la palma el mostrador y hasta lloraban del retorcijon de tanto reír. El cabo se volvió por donde vino salmodiando bajito unos rezos a las santas madres de los oficiales y en pocos minutos cuando a estos se les estaba pasando el ataque de risa regresaron con la jaula.
─ ¡cuidado que araña!─ grita un oficial al ver desde arriba el borde superior de la jaula entrando en la salita bamboleándose en los brazos extendidos a mas no poder de los frágiles cabos de los que solo veían la expresión de espanto y el cuello tenso del esfuerzo.
─ No, araña no, gato…¡ja, ja, ja!─ se tiraba al piso de la risa el otro y el 1er oficial desde su silla se atajaba la panza que saltaba con los espasmos de la risa.
Que mal chiste, pésimo. Una antigüedad pero sirvió, los cabos estiraron la jeta hasta el piso y se llevaron la jaulita con los dos gatitos sin que nadie pusiera oposición.
¡Chau, chau mininos! Saludé con la manito y calladita hice sonar el celu y salí simulando un llamado para no volver.

En el estacionamiento le doy a la llave y nada. No podía ser mi leoncito me iba a fallar justo en el momento que mas lo necesitaba. Nooo! Grité y creo que se oyó hasta plaza Dorrego  respiré profundo y pensé…ya se cual es el problema, me dije al cabo de un rato. Todo ese último tiempo había estado viajando en bondi, subte y tren…nada de auto. Me pinté los labios y salí taconeando por la vereda hasta lo de Migue un vecino baboso que de coches sabe un montón solo que es tan difícil como asqueroso mirarlo a la cara por el grano gigante que le sobresale de la nariz y si se da vuelta peor. Hice tripa corazón y rogué que no tuviera que agacharse mucho para no ver la raya de su espalda. Dos lagrimas de cocodrilos secas y casi sin emoción le dieron mas impulso que litros y litros de gasoil. Levantó la tapa, tocó acá, allá, le puso un liquido y lo hizo gruñir un poco. Listo, como nuevo. Le pregunté cuanto era, me miró y me dijo:
─ ¿qué te puedo cobrar a vos vecinita…un 500 te va?─ preguntó pestañeando tímidamente.
¡Ladrón! Pensé, hijo de @+*t¡!...
Le pagué y saque arando el auto de la bronca.
Agarré la ruta 7 y me pareció no llegar nunca, la maldita General Paz estaba mas lejos de lo que pensé. Y al llegar busco donde poder detenerme mirando a todos lados para no chocar y distinguir un uniforme marrón por alguna parte. ¡Donde estaba! mas adelante arranca una camioneta cargada hasta arriba con canastas de mimbre y sentadito sobre la rueda de atrás en el único hueco libre, Nahuel.  Que feo color el uniforme de prefectura…pero que lindo le quedaba! Un cascanueces de carne y hueso! Bueno, es mi hermano yo lo veo mas lindo que nadie.
Siguiendo la camioneta como a dos autos y a veces mas por panamericana ya justo cuando tomaba el ramal a Tigre oigo la lechuza levantó la vista y ahí estaba casi flotando en el aire, mueve apenas sus blancas alas y va tras la camioneta.
Estacioné lo más cerca posible de la calle los mimbres y salí a buscarlo. Se evaporó otra vez, llego a los catamaranes y ahí estaban ya esperando. Si en quince minutos yo no llegaba ellos se tomaban la lancha y se iban. Pero como nunca, llegué a tiempo, justo a tiempo.
El motor de la lancha con su zumbido grave parecía ocultarse al frente bajo una tapa de madera calafateada como un abejorro negro de dimensiones extraterrenas saltando con su sordo barítono desde la rompiente en la proa. Llegando en disperso oleaje a dos dedos por debajo de la primera a la décimo quinta ventanita  tan cerca que con estirar la mano bastaba para salpicarse un poco abriendo una brecha en el río como los pies de un hada veloz.
No era lo mismo llegar volando y divisar la isla desde el cielo con los ojos de la lechuza a encontrar la misma ubicación desde las ventanitas del catamarán. Navegamos una media hora sin que nada le resultara de interés, quince minutos mas tarde reconoció un islote o le pareció, unos bancos de junco, el color de una casita todo era muy difuso. Cerró los ojos y volvió a llamar a su espíritu guía, susurrando una rogativa al antepasado huiliche que la guió antes.
─ ¿un huiliche?─ preguntó Nahuel
─ así dijo él, es su abuelo y necesitaba mi ayuda─ respondió ella como si fuera levantar el tubo y llamar larga distancia.
─ Yo estuve a punto de llamarte un montón de veces tía, de verdad…
─ Shhhh! No mientas que me desconcentras él está tratando de hacerme oír lo que dice la gente ─ lo retó la tía Raique
Se quedó calladito y no dijo ni mu. Me reí por lo bajo y me quedé en el molde, no fuera que yo también recibiera un reto. Sin decir una palabra se levanta de su asiento y le pregunta a uno de la Interisleña:
─ ¿Ya estamos sobre el arroyo Antequera?
─ Así es señora, pero si mal no recuerdo su pasaje era hasta el Paraná de las Palmas, falta todavía─  la tranquilizó él acostumbrado a la impaciencia de los pasajeros que no entendemos de millas náuticas.
─ Podría avisarme a diez minutos del Paraná de las Palmas, por favor.
─ Como no señora en un rato le aviso─ le respondió el muchachito muy amablemente y se alejó por el pasillo hacia la cabina de mando.
Quince minutos más tarde cuando el muchacho venía hacia nosotros ella había ubicado el muelle sobre la margen derecha.
─ eso venía avisarle pero si ya ubicaron su muelle, los acerco hasta allí y les deseo un buen día─ saludó él cortésmente
─ ojalá así sea, gracias─ sus palabras sonaban esperanzadas pero su rostro estaba nublado con una tristeza que no podía ocultar.
¿Qué sabría la tía que nosotros no ya para ese entonces?
Bajamos a la isla sin pensar siquiera como ni cuando íbamos a volver.
En un par de horas se terminaban las lanchas colectivas y la tarde avanzaba a pasos agigantados hacia un atardecer temprano nublado de grises. El río estaba picado y crecido, sudestada le oí decir a unos en el catamarán. Quizás tuvieran razón el viento era helado y tempestuoso agitando las hojitas de sauce como flechas que atacaban en todo momento. Amarrado en el muelle un botecito a remos se mecía con las hondas del río. Un caminito de conchilla y a lo lejos una casa típicamente isleña pintada de rosa. Se veía muy bonita y alegre, no podía imaginarme que la tuvieran raptada en un lugar como ese, pero que esperaba una casa sombría de paredes grises, no, eso es en las historias de los libros en la vida real podía ser cualquier lugar. Parecía desabitado, ni luces encendidas había. Entonces caí…como no ver semejante catamarán detenerse frente a su casa. Me agazapé detrás de un arbusto desde donde no pudieran verme de la casa y Nahuel saltó conmigo. En un segundo planeamos hacer un rodeo  y… ¿Qué hacia la Tía en ese barquito? Le chistamos y nos llama.
─ Te van a ver─ le dije apenas moviendo los labios.
─ No es acá─ respondió ella, meneó la cabeza incrédula y se mordió el labio.
¡Ups! Me dije y volvimos donde ella.  Nahuel remó unos metros y lo detuvo frente a una entrada barrosa entre dos islotes justo antes de una orilla muy prolija con césped cortado y exuberantes hortensias.  Con el bote meneándose no sabía si caería de pie o si al saltar terminaría con la cola en el barro pero lo intenté. Limpio, no sobró mucho envión pero alcanzó. Nahuel saltó mejor que yo y la tía antes que el, bueno…era Mary Poppins descendiendo sin su paraguas con puntillitas. Impecable.

Pendiente abajo dejamos atrás los juncos, el barrial y el bote. Divisando la casa desde una línea de sauces que terminaba en el muelle. La vieja casona tan blanca y pulcra me provocó un efecto absolutamente contrario al verla. Era tétrica e institucional, con sus postigos rechinando en el viento, casi como un hospital de locos confinados en un lugar perdido. Un manicomio, esa era la palabra correcta. Aun con el viento soplando en dirección contraria creía oír el ulular de los desquiciados, oía sus quejidos eso eran quejidos y llantos. Cambia el viento en el desenfreno previo a la tormenta y nos llega un olor a humo intenso. Algo se quema cerca. Por las ventanas, no era luz lo que se veía sino fuego. Se quiebran algunos cristales del piso de arriba y se expanden las llamas alimentadas por la nueva bocanada de oxigeno. Corremos hacia el lugar olvidando cualquier plan de ser sigilosos o estrategias de ataque ¡al diablo con eso! El peligro era latente y visible. El fuego sería la distracción que necesitábamos, nuestro aliado, nuestro enemigo o verdugo.
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ya solo quedan dos entregas mas de este el ultimo capitulo de mi primer novela.
y no quiero dejar de agradecer a los blogs amigos que me dieron una mano :

- Mi Hobby es Leer ( Dolly gerasol)
- Andrea v. Luna, Escritora (De Joyas y Guerreros)
- El Desván de las Letras ( Julieta Carrizo)  
- Seres de la Noche ( Maharet Reina Madre)
- Clover in Murderland 
   
A mis Maestras de blogger, gracias x acompañarme en esta aventura  ;) 

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