Me había traído uno de mis libros, La Reina de
los Condenados…mi personaje favorito Lestat siempre se las arreglaba para salir
airoso de todo. Nada mejor que una buena lectura para predisponer el espíritu
con la mejor energía. Calma y paciencia, solo quedaba esperar. En rededor mío
todo estaba saliendo como lo imaginé. Como dije Bianchi había llegado tarde y
desde esa hora de la mañana fue recibiendo llamados de su esposa a un molesto
celular cuyo ringtong cantaba…”aaaa chiquitá, chiquitá, chiquitá, chiquita”…se
sobresaltaba en su silla o donde estuviera, apretaba el botón con furia y
corría a meterse en su Oficina. Vergonzoso pero nadie se reía. Se cruzó un par
de veces con Arauss y sus ojos eran el fuego del infierno, si señor. Arauss
viendo que el horno no estaba para bollos escondió la mano y se metió en su
cueva.
Lo mismo que el día anterior tres polis se
fugaron a la rotisería quedando la
módica suma de dos oficiales fijos detrás del mostrador y uno veleta que
recorría todo como pista de karting ¿tendría hormigas o saldría a fumar? Y un
poco de olor a pucho había en el ambiente, amargo y rancio pero los únicos que
no olían así eran los tres mas altos jefes, hacia abajo no había distinción de
cargo eran ceniceros andantes.
Catorce treinta y los tres canas no regresaban,
pero tampoco llegaban los cabos que yo mas que nadie esperaba.
─ ¡che! ¿Que les dieron de comer? Allá al fondo
donde dejaron la jaula están durmiendo más que los gatos ¿de donde sacaron esos
borrachos?─ preguntó el veleta en una de sus vueltas.
─ Ah! Esos son los hermanos Mollinari, dejalos
que duerman donde los van a trasladar no van a pegar un ojo─ le respondió
risueño uno de los oficiales.
─ hola─ saludan dos flaquitos puro uniforme
bien nuevito y lustroso─ ¿Bianchi está?
─ Si, allá está en la oficina pero…─ se acercó
a ellos como quien cuenta un secreto con una pizca de malicia escondida en el
pliegue del ojo izquierdo─ yo que ustedes agarro la jaulita y me voy a dejar al
animalito al zoo…para que molestarlo che, tiene quibombos con la jermu…
─ Ahhh! ─ asintieron los pobres cabos y
siguieron su consejo caminando derechito para el fondo.
Los ve pasar y abre la puerta del office. Los
sigué unos metros y vuelve a sonar el telefono. Uff! Me dije, salvado por el
ring tong. Je! Je!
─ ¡dejalo
que se vaya el maricon ese!…no llores, por que lloras, carajo! ─ gritaba
Bianchi sin poder contenerse hasta cerrar la puerta.
Pobre chico… ¿habrá tenido Tony quilombos como
ese?
Vuelve uno de los cabos corriendo. Sas! Me
dije.
─ un puma asi grandottotote y ot, ot…─
tartamudeaba el flaquito.
Los dos oficiales se destornillaron de la risa,
golpeaban con la palma el mostrador y hasta lloraban del retorcijon de tanto reír.
El cabo se volvió por donde vino salmodiando bajito unos rezos a las santas
madres de los oficiales y en pocos minutos cuando a estos se les estaba pasando
el ataque de risa regresaron con la jaula.
─ ¡cuidado que araña!─ grita un oficial al ver
desde arriba el borde superior de la jaula entrando en la salita bamboleándose
en los brazos extendidos a mas no poder de los frágiles cabos de los que solo
veían la expresión de espanto y el cuello tenso del esfuerzo.
─ No, araña no, gato…¡ja, ja, ja!─ se tiraba al
piso de la risa el otro y el 1er oficial desde su silla se atajaba la panza que
saltaba con los espasmos de la risa.
Que mal chiste, pésimo. Una antigüedad pero
sirvió, los cabos estiraron la jeta hasta el piso y se llevaron la jaulita con
los dos gatitos sin que nadie pusiera oposición.
¡Chau, chau mininos! Saludé con la manito y
calladita hice sonar el celu y salí simulando un llamado para no volver.
En el estacionamiento le doy a la llave y nada.
No podía ser mi leoncito me iba a fallar justo en el momento que mas lo
necesitaba. Nooo! Grité y creo que se oyó hasta plaza Dorrego respiré profundo y pensé…ya se cual es el
problema, me dije al cabo de un rato. Todo ese último tiempo había estado viajando
en bondi, subte y tren…nada de auto. Me pinté los labios y salí taconeando por
la vereda hasta lo de Migue un vecino baboso que de coches sabe un montón solo
que es tan difícil como asqueroso mirarlo a la cara por el grano gigante que le
sobresale de la nariz y si se da vuelta peor. Hice tripa corazón y rogué que no
tuviera que agacharse mucho para no ver la raya de su espalda. Dos lagrimas de
cocodrilos secas y casi sin emoción le dieron mas impulso que litros y litros
de gasoil. Levantó la tapa, tocó acá, allá, le puso un liquido y lo hizo gruñir
un poco. Listo, como nuevo. Le pregunté cuanto era, me miró y me dijo:
─ ¿qué te puedo cobrar a vos vecinita…un 500 te
va?─ preguntó pestañeando tímidamente.
¡Ladrón! Pensé, hijo de @+*t¡!...
Le pagué y saque arando el auto de la bronca.
Agarré la ruta 7 y me pareció no llegar nunca,
la maldita General Paz estaba mas lejos de lo que pensé. Y al llegar busco
donde poder detenerme mirando a todos lados para no chocar y distinguir un
uniforme marrón por alguna parte. ¡Donde estaba! mas adelante arranca una
camioneta cargada hasta arriba con canastas de mimbre y sentadito sobre la
rueda de atrás en el único hueco libre, Nahuel.
Que feo color el uniforme de prefectura…pero que lindo le quedaba! Un
cascanueces de carne y hueso! Bueno, es mi hermano yo lo veo mas lindo que
nadie.
Siguiendo la camioneta como a dos autos y a
veces mas por panamericana ya justo cuando tomaba el ramal a Tigre oigo la
lechuza levantó la vista y ahí estaba casi flotando en el aire, mueve apenas
sus blancas alas y va tras la camioneta.
Estacioné lo más cerca posible de la calle los
mimbres y salí a buscarlo. Se evaporó otra vez, llego a los catamaranes y ahí
estaban ya esperando. Si en quince minutos yo no llegaba ellos se tomaban la
lancha y se iban. Pero como nunca, llegué a tiempo, justo a tiempo.
El motor de la lancha con su zumbido grave
parecía ocultarse al frente bajo una tapa de madera calafateada como un
abejorro negro de dimensiones extraterrenas saltando con su sordo barítono desde
la rompiente en la proa. Llegando en disperso oleaje a dos dedos por debajo de
la primera a la décimo quinta ventanita tan
cerca que con estirar la mano bastaba para salpicarse un poco abriendo una
brecha en el río como los pies de un hada veloz.
No era lo mismo llegar volando y divisar la
isla desde el cielo con los ojos de la lechuza a encontrar la misma ubicación
desde las ventanitas del catamarán. Navegamos una media hora sin que nada le
resultara de interés, quince minutos mas tarde reconoció un islote o le
pareció, unos bancos de junco, el color de una casita todo era muy difuso.
Cerró los ojos y volvió a llamar a su espíritu guía, susurrando una rogativa al
antepasado huiliche que la guió antes.
─ ¿un huiliche?─ preguntó Nahuel
─ así dijo él, es su abuelo y necesitaba mi
ayuda─ respondió ella como si fuera levantar el tubo y llamar larga distancia.
─ Yo estuve a punto de llamarte un montón de
veces tía, de verdad…
─ Shhhh! No mientas que me desconcentras él
está tratando de hacerme oír lo que dice la gente ─ lo retó la tía Raique
Se quedó calladito y no dijo ni mu. Me reí por
lo bajo y me quedé en el molde, no fuera que yo también recibiera un reto. Sin
decir una palabra se levanta de su asiento y le pregunta a uno de la Interisleña:
─ ¿Ya estamos sobre el arroyo Antequera?
─ Así es señora, pero si mal no recuerdo su
pasaje era hasta el Paraná de las Palmas, falta todavía─ la tranquilizó él acostumbrado a la
impaciencia de los pasajeros que no entendemos de millas náuticas.
─ Podría avisarme a diez minutos del Paraná de
las Palmas, por favor.
─ Como no señora en un rato le aviso─ le
respondió el muchachito muy amablemente y se alejó por el pasillo hacia la
cabina de mando.
Quince minutos más tarde cuando el muchacho venía
hacia nosotros ella había ubicado el muelle sobre la margen derecha.
─ eso venía avisarle pero si ya ubicaron su
muelle, los acerco hasta allí y les deseo un buen día─ saludó él cortésmente
─ ojalá así sea, gracias─ sus palabras sonaban
esperanzadas pero su rostro estaba nublado con una tristeza que no podía
ocultar.
¿Qué sabría la tía que nosotros no ya para ese
entonces?
Bajamos a la isla sin pensar siquiera como ni
cuando íbamos a volver.
En un par de horas se terminaban las lanchas
colectivas y la tarde avanzaba a pasos agigantados hacia un atardecer temprano
nublado de grises. El río estaba picado y crecido, sudestada le oí decir a unos
en el catamarán. Quizás tuvieran razón el viento era helado y tempestuoso
agitando las hojitas de sauce como flechas que atacaban en todo momento.
Amarrado en el muelle un botecito a remos se mecía con las hondas del río. Un
caminito de conchilla y a lo lejos una casa típicamente isleña pintada de rosa.
Se veía muy bonita y alegre, no podía imaginarme que la tuvieran raptada en un
lugar como ese, pero que esperaba una casa sombría de paredes grises, no, eso
es en las historias de los libros en la vida real podía ser cualquier lugar. Parecía
desabitado, ni luces encendidas había. Entonces caí…como no ver semejante
catamarán detenerse frente a su casa. Me agazapé detrás de un arbusto desde
donde no pudieran verme de la casa y Nahuel saltó conmigo. En un segundo
planeamos hacer un rodeo y… ¿Qué hacia
la Tía en ese barquito? Le chistamos y nos llama.
─ Te van a ver─ le dije apenas moviendo los
labios.
─ No es acá─ respondió ella, meneó la cabeza
incrédula y se mordió el labio.
¡Ups! Me dije y volvimos donde ella. Nahuel remó unos metros y lo detuvo frente a
una entrada barrosa entre dos islotes justo antes de una orilla muy prolija con
césped cortado y exuberantes hortensias.
Con el bote meneándose no sabía si caería de pie o si al saltar terminaría
con la cola en el barro pero lo intenté. Limpio, no sobró mucho envión pero
alcanzó. Nahuel saltó mejor que yo y la tía antes que el, bueno…era Mary Poppins
descendiendo sin su paraguas con puntillitas. Impecable.
Pendiente abajo dejamos atrás los juncos, el
barrial y el bote. Divisando la casa desde una línea de sauces que terminaba en
el muelle. La vieja casona tan blanca y pulcra me provocó un efecto
absolutamente contrario al verla. Era tétrica e institucional, con sus postigos
rechinando en el viento, casi como un hospital de locos confinados en un lugar
perdido. Un manicomio, esa era la palabra correcta. Aun con el viento soplando
en dirección contraria creía oír el ulular de los desquiciados, oía sus
quejidos eso eran quejidos y llantos. Cambia el viento en el desenfreno previo
a la tormenta y nos llega un olor a humo intenso. Algo se quema cerca. Por las
ventanas, no era luz lo que se veía sino fuego. Se quiebran algunos cristales
del piso de arriba y se expanden las llamas alimentadas por la nueva bocanada
de oxigeno. Corremos hacia el lugar olvidando cualquier plan de ser sigilosos o
estrategias de ataque ¡al diablo con eso! El peligro era latente y visible. El
fuego sería la distracción que necesitábamos, nuestro aliado, nuestro enemigo o
verdugo.
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ya solo quedan dos entregas mas de este el ultimo capitulo de mi primer novela.
y no quiero dejar de agradecer a los blogs amigos que me dieron una mano :
- Mi Hobby es Leer ( Dolly gerasol)
- Andrea v. Luna, Escritora (De Joyas y Guerreros)
- El Desván de las Letras ( Julieta Carrizo)
- Seres de la Noche ( Maharet Reina Madre)
- Clover in Murderland
A mis Maestras de blogger, gracias x acompañarme en esta aventura ;)
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